Una amiga conversa sobre un asalto múltiple: “El último viernes del mes de octubre de este año salí a tomar un café con una amiga. Eran las seis y media de la tarde, terminada la conversa, salimos a ver mi vehículo que quedó parqueado en la calle. Con espanto y desagradable sorpresa vimos que el vidrio de una de las puertas posteriores había sido totalmente roto, con el propósito de robar”.
“Con los nervios encima reporté inmediatamente el hecho a la aseguradora. Se inició el viacrucis. Una llamada, dos, tres… siempre ocupado el teléfono. Al fin… Buenas noches, ¿en qué le puedo servir?, ya le paso con mi compañera para que reporte lo sucedido…Cuénteme los detalles… ya le paso con el abogado… Buenas noches le saluda el abogado, no podemos ayudarle este momento, trabajamos solo en horas de oficina de lunes a viernes. El próximo lunes el “ejecutivo” respectivo le atenderá.”
“Llegado el lunes… contesta el “ejecutivo” … muy bien señora para iniciar el trámite, y ver si procede la indemnización, debe llenar varios formularios y remitir otros documentos… Pero señor, necesito el vehículo para mi trabajo, no habrá otra ruta más ágil… Lo siento señora, ese es el trámite.”
Sigue la amiga: “Llevo el vehículo al servicio técnico de la concesionaria de una de las marcas más importante del mundo para que procedan a la reparación. El “ejecutivo” en tono solemne me dice… no tenemos el repuesto. Voy a hacer el pedido para la importación respectiva. El trámite dura 45 días… Ya en diciembre: Sí señora han pasado 45 días, no tenemos el repuesto, llame en ocho días… Pero señor, ya estaremos en navidad y en vacaciones de año nuevo… Lo siento señora, así son las importaciones”.
El asalto, la estafa y el engaño no sólo vienen de los rateros callejeros, vienen también de ciertas aseguradoras y concesionarias, vienen de todos lados. La descomposición social y empresarial se expande junto a la estatal. No hay quien proteja al transeúnte y al consumidor. Solo nos queda el camino de la denuncia.