La celebración del bicentenario de la independencia de España ha dado en muchos de nuestros países la oportunidad de reflexionar sobre el sentido real de la soberanía. En la mayoría de los casos se ha insistido sobre el valor del coraje, la ambición autonomista y lucha contra todo tipo de imperio pero muy pocas veces se ha hecho hincapié en que hoy la independencia real de nuestros pueblos se juega en las mentes de los habitantes. De su educación depende que nuestros países sigan siendo soberanos y es en esa lucha donde debería apalancarse la construcción de cualquier proyecto de nación. América Latina sigue siendo un continente rezagado en inversión educativa, los niveles muestran que seguimos soslayando el elemento central que construye autonomía, da sentido a la libertad y proyecta independencia. La inversión en materia educativa no supera el 6% del PIB y los niveles en ciencias y tecnologías nos aparta aún más de los estándares mundiales que reconocen hoy en la inventiva y en la capacidad de vender tecnología la clave para construir riqueza.
De nada le sirve a Bolivia ser el segundo productor del mundo de gas si no tiene capacidad extractiva ni posibilidad de refinamiento. Tampoco a Venezuela si carece de técnicos preparados para perforar, procesar y vender el producto refinado. Nuestra dependencia hoy es de carácter tecnológico y de conocimientos. Si América Latina no logra concentrar sus esfuerzos en construir una base educativa sólida y capaz de desarrollar sus recursos naturales, seguiremos siendo el sub continente de las potencialidades pero sin nada que genere desarrollo y prosperidad para sus pueblos.
Urge centrar el debate de la independencia en la liberación del peor de los yugos: la ignorancia y el analfabetismo sumado a la necesidad de retener a los mejores talentos que mucho nos cuesta producir en nuestras marginadas y sub-financiadas universidades. La verdadera lucha de la independencia se libra en la mente de millones de latinoamericanos que no encuentran espacio para desarrollar sus capacidades y terminan por alimentar las usinas de producción de los países desarrollados donde no hay cabida para demagogos ni mentirosos que solo tienen discursos sin compromiso con la verdadera autonomía de los pueblos que nace en su educación liberadora que impide caer en manos de los que “castigando al sistema” , castigan el futuro .
Cuánto más invirtamos en educación más sólida será nuestra independencia y mayor valor daremos a la libertad. En contraposición. Si los niveles siguen siendo bajos nuestra autonomía será menor y se incrementará la dependencia del estado benefactor que ha arrebatado la única dignidad humana, el trabajo y que ha convertido a millones en nuevos mendigos.