En cada elección cambiamos las reglas del juego para consolidar al poder gobernante o ganar más diputados. Son cálculos circunstanciales que no cimientan democracia; confirman en la ciudadanía que la política es dudosa, sin transparencia. Ahora, no es la excepción. El CNE sigue la tradición con normas que no llegan a tiempo, reglamentos que crean normas cuando no deberían, como por ejemplo establecer cláusulas de descalificación de candidatos o enrevesar las alianzas cuando hay que promoverlas. Se quiere garantizar al poder político del momento, mas no al sistema que convendría promover, es decir incrementamos nuestra inestabilidad. Mañana vendrán otros a deshacer lo actual e ir a sus propios cálculos. Desperdiciamos la legitimidad actual de establecer algo con visión de sistema. Peor aún, la desconfianza ciudadana se enraíza.
Continuidad, estabilidad de normas consensuadas es indispensable; pues, la pata más coja del Ecuador es la inestabilidad. D. Paredes del CNE lanzó otra palabra clave, la gobernabilidad, para justificar la persistencia del CNE en dotarle al Gobierno de mayorías legislativas con el método de escrutinio D’Hont.
La gobernabilidad fue acuñada por los ingleses en África al buscar un sistema con autoridades bien reconocidas y que puedan durar, con pocos conflictos. Es lo que en la actual propaganda electoral, el Gobierno ya promociona como éxito. Pero si vemos lo que los hechos dicen, a pesar de todos los métodos usados, los conflictos que luego de haberlos contenido reaparecen, esta estabilidad y “gobernabilidad” van a necesitar de más amenazas o coerción para persistir y de un Mesías que ponga orden.
En toda sociedad, el modo de lograr el orden social es decisivo para garantizar convivencia y su duración. Habría sido mejor pensar en un sistema de Buen Gobierno, el que adquiere legitimidad porque es construido con la sociedad. Como en una familia, hay orden por imposición o porque se construye convivencia, con criterios compartidos, con un orden reconocido por todos. Con el sistema de escrutinio D’Hont se aventaja al más fuerte y se desaparece minorías. Es el orden de los fuertes. Los países de Centroamérica o Colombia con lógicas bipartidarias tienden a eso. No son, sin embargo, sistemas envidiables. En contraste, los países nórdicos –los de mejores niveles de vida y los más igualitarios- equivalentes en población a Ecuador, aprendieron a vivir en pluralismo, con partidos minoritarios, con alianzas. Tener varios partidos en una sociedad tan heterogénea como Ecuador es positivo, en el pasado contribuyó a la isla de paz, cada uno puede expresarse, canalizar propuestas y limitar los conflictos. Para funcionar depende de cómo se construye el sistema y del tipo de orden que se prefiere, convivencia plural o imposición del fuerte.