Según el catecismo católico, sin confesión, arrepentimiento y propósito de la enmienda, las almas irán directamente a donde gobierna Don Sata y moran todos los bandidos confesos y ocultos que se cocinan en las pailas del Infierno.
Mutatis mutandi, esta regla aplica también a los “honorables” legisladores de la Asamblea. De paso, desde la constitución de Montecristi dejó de llamarse honorables a los diputados que, más allá de que lo hayan sido o no, era el trato que hasta tanto se daban entre ellos. En el parlamento español, inclusive se lanzan gruesos vocablos llamándose “señorías”. Cosas de los políticos.
Pero, volviendo al caso de la Asamblea, no ha variado un ápice del comportamiento tradicional de sus integrantes en al menos tres lustros. Verdad que con el pacto secreto se han aprobado expresa o solapadamente proyectos urgentes proveniente del Ejecutivo, pero su comportamiento sigue igual: Ignorancia jurídica supina, arreglos bajo la mesa, intereses personales o de grupo por encima del bien común, manipulación de las agendas y del ejercicio de la presidencia, vínculos con los prófugos de la justicia, para señalar unos pocos. ¿Quieren un ejemplo? El tiempo empleado en aprobar o negar un innecesario respaldo a la fiscal Salazar. Innecesario, no porque no se merezca la funcionaria, sino porque la independencia de poderes obliga a mantenerse al margen de las acciones de jueces y fiscales. Pero, claro, por la obsesión del prófugo por sacarse de encima los juicios penales que le atormentan, quiere eliminar a la Dra. Salazar y sus investigaciones valientes y reveladoras. Varios proyectos de resolución en apoyo de la fiscal que los legisladores de la RC no dieron paso ya impidiendo la modificación de la agenda, o ya dejando sin quorum, con la presidencia de la Asamblea en sus manos; y un proyecto del presidente, que debió retirarlo, porque contenía un burdo engaño para que tropiece la fiscal. Es mandatorio que los ciudadanos rechacen con sus votos a quienes deshonran a la Asamblea Legislativa por su limitado talento y ausencia de ética y a los partidos y grupos políticos que los auspician.