Quien se posesione presumiblemente a principios de noviembre para completar el período presidencial 2021-25 (quizá el propio Lasso) no podrá disfrutar de un mes de luna de miel recostado en un lecho de rosas. Para entonces nos azotaría un Niño virulento, al menos eso es lo probable según NOAA, el Inahmi de EE.UU. Dada la alta temperatura del mar, hay la posibilidad que tenga la magnitud de los desastrosos Niños de 1982/83 y 1997/98 que causaron muertes, obligaron a evacuar poblaciones, destruyeron infraestructura y cultivos.
El Niño que trae inundaciones en la Costa ecuatoriana ocasiona sequía en Colombia. Se estima que bajará el caudal de agua de los ríos colombianos y se reducirá la generación hidroeléctrica. La situación sería manejable para los paisas porque tienen un prudente excedente de capacidad instalada de generación; pero no tendrán excedentes para exportar. En circunstancias que en octubre Ecuador entra en el estiaje de la vertiente oriental que dura hasta marzo y cae la generación hidroeléctrica. El año pasado Ecuador tuvo faltante de electricidad y debió comprar USD70 millones de energía a Colombia. Este año Colombia no tendría disponibilidad para vendernos, por lo que si el estiaje es severo sufriremos apagones.
Se requerirá que el nuevo presidente tenga una extraordinaria buena estrella para que no se de ninguna de estas dos catástrofes. Pero hay que prepararse para lo peor. Que se declare una emergencia, que Finanzas reasigne recursos, que el gobierno concierte con las prefecturas el arreglo de la infraestructura destruida por las lluvias y el terremoto, y fortalezca las obras más vulnerables a un Niño fuerte. Las prefecturas hoy tienen fondos y no son muy eficientes en el gasto. Fondos también tienen que ir a la reparación de centrales termoeléctricas, y de ser posible con créditos de gobierno a gobierno, reemplazarlas con unidades modernas, pero sin perder tiempo. Tienen que estar listas en menos de seis meses. No hay tiempo que perder.