El martes 15 participé en un panel en la Universidad Nacional de Colombia, como cierre de unas discusiones entre periodistas colombianos y ecuatorianos sobre la difícil situación en la frontera común, así como las posibles salidas desde los Estados y desde la sociedad.
En las conversaciones impulsadas por la Universidad Andina Simón Bolívar, los periodistas colombianos dijeron en Quito y reiteraron en Bogotá que admiran la vocación ecuatoriana por la paz y por la vida. Una vocación que ellos terminaron por perder en tantos años de violencia. No la pierdan, recomendaron, y ojalá que la sociedad colombiana aprenda de ustedes a recuperarla.
Pero la vía para construir una conciencia nacional recién empieza. Apenas si estamos en pleno duelo por el secuestro y la muerte del equipo de este Diario, por la de cuatro infantes de Marina y por el secuestro de dos jóvenes de quienes no se tiene ninguna noticia, todos a manos de una de las bandas criminales al servicio del narcotráfico internacional.
El Gobierno da sus primeros pasos para enfrentar a las bandas criminales (armadas y desarmadas) en la frontera común; el nuevo Ministro de Defensa tiene una ardua tarea. Pero indudablemente el trabajo más difícil será llevar el Estado -no solo la seguridad sino la educación, la salud, las oportunidades económicas- a los sitios en donde las actividades ilícitas lo sustituyeron por años.
También habrá que regresar a ver qué ha pasado a lo largo de tantos años -incluso antes de la “permisividad” del anterior Gobierno; hasta dónde actividades conexas al tráfico de drogas como el blanqueo de dinero, la minería ilegal y la extorsión han penetrado los estamentos judiciales, policiales y políticos.
Los periodistas colombianos también nos hicieron notar que han observado en este lado una suerte de estado de negación permanente sobre los problemas en la frontera común.
La verdad es que el discurso oficial que terminó permeando en la sociedad fue aquel de que la violencia y la ilegalidad ocurrían al otro lado y no nos involucraban. Todos sabíamos que no era así, o por lo menos ahora ya lo sabemos a ciencia cierta.
El Ecuador ya no es el mismo, o al menos no es el mismo que preferíamos pensar que era. Mientras se discute sobre otras salidas al tráfico ilegal de drogas, el Ecuador debe hacer las tareas para enfrentar los golpes del crimen organizado. Defender la paz y la vida es una de ellas, y eso significa no seguir cediendo a la negación, al olvido o al reacomodo.
Fue ejemplar el tesón de los familiares de nuestro equipo en Bogotá: tocaron todas las puertas y exigieron respuestas. Ahora los familiares de los dos jóvenes secuestrados reúnen dinero para ir a hablar con el presidente Juan Manuel Santos. Quizás en este proceso logremos sensibilizar a Colombia. Pero terminemos de sensibilizarnos nosotros.