En el amanecer del jueves 24 de febrero del 2022, el Presidente ruso anunció una “operación militar especial” en Donbás. A poco del discurso, se registran fuertes explosiones en varios puntos de Ucrania, iniciándose la invasión rusa a dicho país.
Se creyó -equivocadamente- que el conflicto sería breve y de corto alcance. Ya lleva un año y se ha extendido por toda Ucrania, dejando miles de muertos uniformados y civiles, así como la completa destrucción de la infraestructura de Ucrania.
Pese a las sanciones y condenas de la comunidad internacional, especialmente de la Unión Europea y Estados Unidos, la invasión continúa, el asedio sobre las ciudades no cesa generando un desplazamiento de millones de personas.
Es bueno recordar que cuando en 1991 se disuelve la Unión Soviética, sus repúblicas se independizan, entrando a jugar un rol relevante la OTAN, organización interesada en acrecentar sus membresías, lo cual logra, implicando ello una pérdida neta para Rusia y su “seguridad”. Esta, es una de las principales explicaciones de este conflicto.
Veintitrés años después del fin de la URSS, en el 2014 el Parlamento de Crimea y el Consejo de la Ciudad de Sebastopol se declaran independientes post referéndum, que preveía la incorporación de ambos a Rusia. Se unifican creando la República de Crimea, zona estratégica, pues es la salida de Rusia al Mar Negro que perdiera tras la Segunda Guerra Mundial. Acá tenemos otra explicación para esta guerra de ocupación.
En el trasfondo encontramos la negativa rusa a aceptar el acercamiento de la OTAN y de la Unión Europea a Ucrania, pues Moscú la considera parte de su identidad y espacio de influencia. Putin afirma que ambos países conforman “un solo pueblo”, faltando eso sí, que los ucranianos lo deseen. Hasta tanto la guerra continúa.