Sí: adiós a las armas en nuestras confrontaciones políticas.
Fue claro que Maduro, como sucesor de Chávez, resultó de una imposición de los hermanos Castro. Leal y hasta valiente, el último marxista-leninista-castrista que quedaba en el mundo más allá de Cuba. Mejor sucesor, imposible. El petróleo continuaría llegando a la Isla a precio de transporte. Los servicios de inteligencia cubanos se comprometían a asegurarle una larga vida. Debería estar atento a las órdenes que le irían dando. Ante la situación de catástrofe económica y social que es inocultable en Venezuela y con una oposición que triunfó en las urnas, los sabios habaneros levantaron la voz: Maduro, ¡chico! O fortaleces las Fuerzas Armadas o estás perdido, ¡chico!
Los 60 años de castrismo tan solo pueden explicarse por la presencia estabilizadora de unas Fuerzas Armadas sin fisuras, imbatibles como son las cubanas. Obra de Raúl Castro, sucesor de Fidel, como no podía ser en otra forma. Cuando hubo un atisbo de disidencia, cortada por lo sano. Están por esclarecerse las razones por las cuales un general de tanto prestigio como Girón y el propio Che Guevara fueron liquidados. Tras aquellas decisiones, impopulares hasta no más, un Ejército impasible, es decir imperturbable.
Como para ponerse a temblar. Ante la avalancha que se le viene encima, Maduro, en su discurso por el Día de la Independencia, sostuvo la necesidad de contar con “un poder militar cada vez más grande” como para imponerse en “una guerra no convencional”. Una guerra convencional enfrenta a dos ejércitos que utilizan armas tradicionales, las que ofrecen los mercaderes a los desventurados países del tercer mundo. Con los EE.UU., las guerras ya no son convencionales. Lo que dijo Maduro apunta a una guerra civil. La peor de las guerras: la fratricida.
Los generales venezolanos son gente de cuidado y desde los tiempos de José Antonio Páez, Comandante General del Departamento de Venezuela. Fue el mayor oponente que tuvo Bolívar, y tanto como que logró la separación de Venezuela de la Gran Colombia. El Libertador Simón Bolívar murió con la certidumbre de haber arado en el mar.
Han sido los gorilas venezolanos los que más se hincharon de petrodólares cuando llegaban al poder. Pérez Jiménez, uno de ellos. A más de los atracos, las persecuciones sin cuartel a los oponentes. Tuve el honor de conocerle en Madrid, cuando yo era estudiante, a don Mario Briceño Iragorry, exiliado por sus convicciones democráticas. Los sicarios de Pérez Jiménez lo dejaron moribundo a patada limpia pues continuaba oponiéndose al déspota en artículos que eran publicados en los principales diarios de América.
Ante la amenaza de una guerra civil, los países latinoamericanos están obligados a intervenir en Venezuela.