Columnista invitado
Imaginemos cómo sería Ecuador si los jueces fueran independientes del correísmo, si la Asamblea actuara como un poder diferente al Gobierno, si el resto de poderes ejerciera funciones sin compromisos con el jefe máximo, si el Ejecutivo dejara de lado el insulto y la inquina.
Proyectemos cómo sería el país si el dinero del Estado se gastase con austeridad, transparencia y se ahorrara para el futuro. Supongamos que hubiese rendición de cuentas efectiva, que se conocieran pormenores de las deudas contraídas, que no existieran inquisidores para periodistas, que los diarios y televisoras oficialistas desaparecieran para ser reemplazados por medios estatales reales.
Hacer realidad todo eso sería una revolución. Un admirador del correísmo me advertía que no es dable asegurar que en Ecuador la democracia flaquea, pues a su entender existirían diferentes tipos de democracia y que incluso Cuba tenía una. Concedamos que hay variables del modelo. Lo que no puede obviarse es que para llamarse democracia real deberían cumplirse requisitos mínimos: alternancia, división real de poderes, prensa libre y justicia independiente. ¿Existe eso en Ecuador o Cuba? No.
El estado de propaganda, la censura abierta o velada al ejercicio periodístico, la opacidad en la gestión pública y el repetitivo libreto de soberanía y acoso de enemigos imperialistas, son comunes denominadores en varios países del vecindario. La situación de Ecuador difiere claramente de Cuba y Venezuela. Sin embargo, ya no pueden ocultarse sus falencias.
Pase usted a Ecuador por el tamiz la Carta Democrática de la OEA y saque conclusiones. O la carta está equivocada o el país la entendió mal. Algunos puntos: “Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los DD.HH. y las libertades fundamentales (…); el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos. ¿Se cumple esto en Ecuador a cabalidad? No.
“Son componentes fundamentales del ejercicio de la democracia la transparencia de las actividades gubernamentales (…) la libertad de expresión y de prensa”. ¿De verdad Ecuador atiende este artículo? No.
“La participación de la ciudadanía en las decisiones relativas a su propio desarrollo es un derecho y una responsabilidad. Es también una condición necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia”. Los correístas deberían sonrojarse al leer esto y recordar el bloqueo a la consulta del Yasuní y las variadas trabas a una consulta para decidir sobre la reelección indefinida del Presidente.
Imposible enumerar aquí, por espacio, otras contradicciones con la Carta de la OEA. Dar reversa al autoritarismo, la concentración de poder y al Estado inquisidor, esa sí sería una revolución. En las calles, en las tertulias cotidianas, en los espacios de opinión y en las redes sociales hay hartazgo, se exige real democracia. Ojalá reaccione el aludido.