A Ramiro González le pesará el haberse visto durante tantos años en el gobierno de Rafael Correa y ahora estar en las filas opositoras y, de última hora, sumarse a la Convergencia Democrática por la Unidad. Por ahí transitaron todas las críticas que en redes sociales, a las que hay que mirar -con la debida distancia- como termómetro de la política. Pero también lo cuestionaron los actores de otras organizaciones, que están en busca de acuerdos electorales de cara a las presidenciales y parlamentarias del 2017.
Por otra parte, el propio Presidente repitió un tema que ha sido constante: la existencia de más traidores a la causa revolucionaria vigente desde el 2007. Pero los traidores -si se permite usar el término- parecen multiplicarse. La reciente desafiliación de cerca de 100 adherentes de Alianza País es una señal, que ya tuvo de algún modo un antecedente de lo que ocurrió en Santo Domingo, y que podría replicarse en otras provincias, como Manabí, Guayas y algunos sectores de Pichincha que, según pudo conocer este Diario, están sintiendo una creciente inconformidad con la democracia interna del oficialismo y la política pública que se lleva a cabo, sobre todo, frente a la crisis económica.
Ahora, la salida a última hora no necesariamente es bien valorada en la política. Cabe, pues, la pregunta sobre el sentido de la oportunidad. Aquellos que se fueron antes, pero que ya estuvieron en la aprobación de esta Constitución, ¿tienen más legitimidad? ¿Acaso no se les había advertido que el Quinto Poder era un absurdo porque se sometía a la ciudadanía al poder del Estado y, por eso, la organización de la sociedad civil
ha perdido su independencia del poder político dominante en el país?
Lo cierto es que varios de esos hoy opositores de un Gobierno que les fue suyo también son escuchados y valorados. No le pasa lo mismo a González, por el simple hecho de que se retiró muy tarde, cuando el barco se hunde. Pero la memoria es efímera también.