Por varios de sus actos y manifestaciones, el papa Francisco ha demostrado estar en sintonía con los hechos trascendentes de la realidad internacional y se ha convertido en referente de dimensión planetaria en ámbitos que superan lo estrictamente religioso. La visita que realizó a Tierra Santa ratificó su cosmovisión ecuménica de la problemática actual, más allá de las connotaciones obviamente religiosas de tan significativo episodio, pues bien se conoce que el Oriente Medio es uno de los escenarios más sensibles del quehacer internacional por los conflictos de diversa naturaleza que allí ocurren, entre los que figura de modo relevante el problema territorial que enfrenta a judíos con palestinos.
El papa Francisco se sirvió de la coyuntura para invitar a los representantes de ambos pueblos, Simon Peres y Mahmud Abbas, respectivamente, a reunirse en el Vaticano y orar juntos por la paz, en un acto religioso no exento de simbología política. Los mandatarios se reunieron el 8 de junio en la Santa Sede, donde el Sumo Pontífice formuló unas profundas reflexiones atinentes a la ocasión. Les expresó que se requiere “valor para decir sí al diálogo y no a la violencia”, así como para derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo. Apeló a la memoria de los hijos caídos en el conflicto y exhortó a los líderes políticos a renovar esfuerzos por la paz. “Para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra”, agregó.
Vale la pena reproducir también esta advertencia: “Señores presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, pero también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz”.
Ambos personajes coincidieron en un recíproco deseo de paz. “Una paz entre iguales” acotó el presidente Simón Peres. “Una paz para nosotros y para nuestros vecinos”, subrayó su colega palestino.
Como bien se conoce, esta controversia tiene un amplio itinerario histórico, pero en 1947 se insertó en el mecanismo institucional de la ONU, cuya Asamblea General adoptó, el 29 de noviembre de ese año, una Resolución por la cual se acordó dividir el territorio de Palestina en dos Estados, Israel y Palestina, con un régimen internacional para Jerusalén. Dicha Resolución tuvo apoyo mayoritario, pero la oposición del bloque árabe. Gran Bretaña, la potencia administradora por mandato de la Sociedad de Naciones, se comprometió a abandonar Palestina el 15 de mayo de 1948. La víspera, el Consejo Nacional Judío proclamó la creación del Estado de Israel. El 15 de mayo cruzaron la frontera de Palestina las tropas de siete Estados árabes y generaron desde entonces una confrontación con una atmósfera de odios y resentimientos. Sería deseable que ambos pueblos contasen con fronteras definitivas y seguras, en un clima de respeto mutuo.