La manipulación de la información y la mentira han existido siempre. El chisme como recurso para desprestigiar a los enemigos, a los jefes, a los ex amantes y a las suegras, es uno de los “deportes” más vibrantes aquí y en todo lado. Las noticias malas gustan más y se difunden con mayor facilidad que las buenas.
La difusión de las Fake News se ha incrementado de manera exponencial en los últimos años de la mano de la mayor influencia de las redes sociales. En la rapidez del mundo actual no hay tiempo para la contrastación ni confirmación de cualquier novedad. La gente desde la ignorancia o desde las pasiones difunde cualquier cosa que le llega a su celular.
De la mano de este fenómeno se agrandan los problemas, se toman decisiones equivocadas, se crean realidades paralelas, se arruina el buen nombre de cualquiera y se distorsiona la opinión pública. Se hacen y deshacen figuras de la historia, candidatos, presidentes,
En esta corriente los estrategas y marketeros políticos cínicos y manipuladores están felices. Echan bala sin miedo a todos los lados intentando favorecer a su candidato. Y desde el otro lado, los otros cínicos estrategas y marketeros responden. La guerra sucia alcanza niveles galácticos. La política tan venida a menos, se desprestigia aún más. Reino del engaño, traición y “viveza”. Todos somos arrastrados al pantano y a la violencia. Todos asistimos al entierro de la verdad, de la sensatez y de la paz.
¿Cómo escapar de este huracán? Muy complicado. Sin embargo, un buen, aunque largo camino para reconstituir la honestidad, el respeto, la valoración al otro, es la cotidianidad de la familia. Pero, entendida la familia como la concibe la filosofía andina: mamá, papá, hermanos, abuelos, tíos, vivos y muertos; aire, agua, montes, ríos, selvas, animales, mascotas; y cosmos. Sólo por allí, con ese entendimiento, encontraremos el sentido de la política como bien común, expresión de lo colectivo, valoración de la vida y exaltación de la convivencia armónica.