Es una buena noticia para el país. Sin duda, este es un espacio muy importante, que los pueblos, las naciones y los países, lo mantienen y fortalecen para recrear su memoria, su identidad y su trascendencia.
Sin embargo, tras esta loable reapertura hay un relato que debe cuestionarnos. ¿Cuántas voces se levantaron contra su cierre en noviembre del 2015? Muy pocas. Una de ellas la de María Elena Bedoya, ex Directora de Conservación y Desarrollo del Patrimonio del Ministerio de Cultura, quien citada por Diego Cazar en su artículo: “El Museo Nacional, un proyecto desbordado” para la Revista Diners, N° 431, dice: “el absurdo de haber cerrado el Museo Nacional…fue el peor error político en la Cultura en los últimos años”.
Error del correato, pero coherente con su proyecto político, ya que una de sus matrices ideológicas fue negar la historia; y en su afán mesiánico, levantó la idea de la refundación. En efecto desde el 2007, la revolución ciudadana, reinauguraba la patria, bajo la batuta del gran pastor, ilustrado y despótico. Así lo ratifica la doctora Bedoya: “Bajo la lógica de “refundar” todo…se echaron abajo varias décadas de procesos que el Banco Central había iniciado, profesionalizando a mucha gente del sector. Son decisiones políticas y tienen sus responsables”.
Pero esta situación no explica lo de las “pocas” voces de protesta. El silencio, en parte puede ser entendido, por el entorno de miedo y oportunismo de los actores sociales, académicos y culturales en esos años.
Pero, Diego Cazar anota datos que levantarían otras dudas sobre la indiferencia de los ecuatorianos con el museo y con la historia. Nos cuenta que en 1822 nació el museo nacional del Perú, que en 1823 se fundó el museo nacional de Colombia, y que en 1825, se creó el museo nacional en México. Es decir, en esos nacientes países, se crearon espacios de memoria e identidad nacional muy tempranamente, a poco de liberarse de España. ¿Y en el Ecuador, cuándo se crea un museo con carácter nacional? En 1969 por iniciativa del Banco Central.
¿Por qué tal iniciativa fue tan tardía? ¿Detrás de esto se encuentra un sello ontológico de los ecuatorianos reticente al conocimiento de su pasado? ¿Tenemos miedo de vernos al espejo? ¿Qué complejos caminos ha recorrido la construcción de nuestra identidad o identidades? Son interrogantes cruciales y complejas, que los historiadores deben ayudarnos a despejar.
Mientras, bien por la reapertura del Museo Nacional. Sin embargo, hacia un futuro inmediato, como exclaman muchas voces: el museo debería ser trasladado al edificio de Unasur por su ubicación cercana sitios arqueológicos e históricos claves que atraen a miles de turistas y estudiantes para darle utilidad a tan costosa inversión del correato.