El debate que reunió a los aspirantes a la presidencia de la república puso en evidencia el nivel al que ha llegado la política en el Ecuador. Inmersos en un confuso formato, lo insípido de sus razonamientos influyó en las preferencias electorales de la ciudadanía.
El sorpresivo paso a la segunda vuelta de dos tendencias opuestas revela la conjunción de varios factores: en lo inmediato, la ratificación de la tendencia a favor de la candidata que captó el primer lugar, y el rápido repunte del candidato ubicado en el segundo lugar luego de su desempeño que sobresalió por sobre el de sus contrincantes. Su imagen de ecuanimidad y madurez hábilmente manejada para hilvanar respuestas de fácil aceptación, por obvias, fue decisivo.
Si persiste la tendencia al rechazo a la corriente consolidada como la mayor fuerza política, como sucedió en el 2021, el triunfo del correismo se vuelve difícil y la captación de los votos de otras tendencias será lo determinante. Para ello tendrá que actualizar sus propuestas y demostrar que posee un equipo remozado para ejercer el gobierno; las condiciones del país no son las mismas que las de décadas pasadas, hay nuevos problemas y nuevo entorno internacional; la condición de la población se ha agravado. No hay soluciones con recetas empaquetadas.
El eventual triunfo de quien obtuvo el segundo lugar será paradójico por la ausencia de antecedentes que den cuenta de un activo desempeño en política. No posee una trayectoria de compromiso con las causas nacionales demostrada por acciones o propuestas para enfrentar los graves problemas que aquejan al país. No es posible ubicar su pensamiento ideológico, que permita prever su orientación en un eventual gobierno a su cargo, salvo por los grupos ligados al sector empresarial que le rodean. Se debe tomar en cuenta el papel del partido político que auspició su candidatura. Por obvias razones se consideraría el partido de gobierno y por tanto su trayectoria desconocida se puede convertir en su talón de Aquiles.
La paulatina formación de una conciencia nacional dominada por el maniqueísmo y la polarización (correismo y anticorreismo) han determinado que se relegue a un segundo plano los verdaderos problemas nacionales que se deben enfrentar. Prevalece la tendencia a deslegitimar al contrincante, antes que las propuestas, como la estrategia para alcanzar la victoria.
El país enfrenta la peor crisis económica, política, social y ética del período de la democracia. Se han sucedido gobiernos cuyo denominador común ha sido, en mayor o menor medida, la obsecuencia a intereses de sectores pertenecientes a clases privilegiadas, con carencia de un proyecto nacional genuinamente democrático. El país requiere un cambio de rumbo dirigido al bien común, superando las relaciones de injusticia reinantes entre ecuatorianos.