Para el presidente Correa, gobernar es equivalente a prohibir. Gobernar es comportarse como el general de mano dura que corrige a la tropa.
El afán gubernamental de prohibir se evidencia desde las más banales actividades de distracción. Quieres comprar un trago en domingo; tienes ganas de ir a una corrida de toros en la que al animal no se lo mate en los chiqueros; se te antoja ver Los Simpson en el horario de toda la vida. Salado, cholito. Todo eso está prohibido.
¿Y qué decir de las actividades productivas y laborales? Quieres importar autos; el Gobierno te prohíbe que traigas más de un límite que él impone. Quieres trabajar en un hospital público y mantener tu consulta privada; prohibido. Quieres tener un banco; está prohibido que tengas otro negocio, que cobres por la emisión de las tarjetas de crédito, que personas que participan en otras actividades empresariales sean miembros de tu directorio y que tus utilidades sean tuyas.
Ni hablar del desarrollo personal. Pretendes estudiar lo que siempre anhelaste –digamos periodismo–, pero en la universidad pública te dicen que ya hay muchos comunicadores y que, por lo tanto, está prohibido que estudies eso; en todo caso, como el país necesita más ingenieros, puedes matricularte en esa facultad. Estudias ingeniería, tienes una oficina de asesoría en esa materia y ahora quieres ponerte una revista para satisfacer tu aspiración reprimida; está prohibido: alguien que tenga una empresa en otro sector no puede tener un medio de comunicación. Un ejemplo más: has dedicado tu vida a la docencia universitaria y, sin embargo, aparentemente pronto será prohibido que mantengas tu cátedra a partir de los 70 años de edad.
La prohibición es universal. Así como a los ciudadanos se les prohíbe mantener su privacidad (una muestra más es la eliminación del sigilo bancario), parecería que también está prohibido que se transparenten el origen de la narcovalija, los contratos con la China, el manejo de Cofiec y otros asuntos vinculados a la administración pública. Así como las reformas al Código de la Democracia prohíben un ejercicio libre del periodismo en época electoral, parecería que también está prohibido vender los canales incautados. Así como está prohibido que los privados tengan burós de información crediticia y que los empleados de los bancos ganen el sueldo que los accionistas quieran pagarles, a la Justicia también le prohíben ser independiente, a la Asamblea fiscalizar, a los ministros de Estado dar declaraciones públicas y a los legisladores de AP casi hasta pensar. No se salva nadie.
Ni la retórica se salva. La expresión más repetida por el Presidente seguramente sea “prohibido olvidar”. Es que hay que prohibir. Porque gobernar se resume en tres tareas fundamentales: prohibir, prohibir y prohibir.