Slavoj Zizek también viene de la periferia, aunque una menos lejana que la nuestra; Eslovenia es un ‘suburbio’ de la UE.
El “monstruo de Liubliana” usa camisetas, es muy sudoroso y lleno de tics; al verlo es difícil identificar uno de los filósofos vivos más importantes, a quien se ha nombrado el “Elvis de la teoría cultural.”
En un artículo en The Guardian nos desvela las claves sobre el posible control -o descontrol- de nuestro actual orden mundial: el capitalismo luego de una única superpotencia.
En efecto, EE.UU. ha perdido su rol de policía universal y de única superpotencia, para dar paso a una estructura con múltiples poderes. Además, cada gran poder acoge su propia versión del capitalismo: en Estados Unidos hay el capitalismo neoliberal, en Europa este coexiste con rezagos del estado del bienestar, en China se guarda un capitalismo autoritario… y (en caso de que hubiese) un poder mundial latinoamericano se lo describiría como capitalismo populista.
Al cambiar de orden hay asimismo todo un lenguaje implícito que cambia, formas de comunicación diferentes, alianzas implícitas distintas. Por ejemplo, Zizek cita el acuerdo implícito que reinaba entre los países occidentales en los noventa, todos tratarían a Rusia como si fuera una gran potencia, siempre y cuando esta no se comporte como tal.
¿Qué pasa entonces cuando Rusia empieza a ejercer su poder? Sin duda la descoordinación entre la UE y los EE.UU. frente a Putin demuestra la falta de acoplamiento de estos bandos frente a este nuevo orden.
Sin una policía universal, las potencias pueden ejercer su poder y lo harán (como en Ucrania, o el ejercicio del imperialismo económico chino) hasta que un nuevo lenguaje implícito se establezca, hasta que nuevas normas de comportamiento marquen los límites de lo posible, lo tolerable o lo prohibido.
Hasta que estos ajustes no ocurran, hasta que las reglas de un orden multipolar no se aprendan, vivimos en un mundo muy peligroso, a merced de lo que las potencias juzguen como actos que pueden quedar impunes. Entonces, “hay que enseñarles a las potencias, viejas y nuevas, unos modales”.
Idealmente deberíamos recurrir a organismos democráticos supranacionales -estilo ONU- para esta tarea; pero hemos visto que hay condiciones profundas que impiden que haya una democracia internacional.
El filósofo habla de la “contradicción principal”: la imposibilidad de desarrollar un sistema político global que acompañe el actual sistema económico-capitalista global.
Los de la periferia ¿tenemos otra salida que la de esperar a estos ajustes? Hasta que los poderes aprendan sus nuevos límites ¿cómo enseñarles modales a estos bullies? ¿Cómo aportar desde el ámbito nacional al establecimiento de esas nuevas normas de convivencia?