El indicador de riesgo país de Ecuador se mantuvo durante la primera semana de octubre en descenso y por debajo de la barrera de los 600 puntos. Aunque son pocos los días en los que se registra este comportamiento ya se puede considerar un síntoma favorable.
Una disminución del riesgo país es un indicio de que entre los potenciales inversionistas de bonos soberanos se percibe una menor incertidumbre en el futuro desempeño de la economía de una nación.
En las últimas semanas, aspectos como la transparencia en la difusión de las cifras de la deuda, las acciones emprendidas desde la justicia para sancionar a la corrupción, así como el dato positivo de crecimiento económico en el segundo trimestre (3,3% en relación con igual período del 2016), son mensajes positivos que se envían a los mercados externos. Si a eso se suma que se anuncia le llegada de una misión del FMI o se destaca la gira de una delegación ecuatoriana, encabezada por el Ministro de Comercio Exterior para buscar inversiones en el extranjero, también son elementos favorables para la imagen que quiere proyectar el país.
Como colofón a este panorama se espera que las medidas que vaya a anunciar el Gobierno, previstas para los próximos días, estén orientadas a una reactivación económica impulsada desde el sector privado y con ello, el país podrá esperar mejores resultados.
Lo ‘malo’ de que baje el riesgo país, si así se podría encasillar esta buena noticia, es que eso da pautas al Gobierno para pensar en más endeudamiento. Sus autoridades no han descartado emitir más bonos para poder cubrir sus necesidades de financiamiento este año.
Ese sería el camino, seguir endeudando al país con bonos, ya que -por ahora- el Gobierno no es devoto para recurrir a créditos del FMI, porque desde la visión ortodoxa de algunos de sus miembros no se quieren comprometer a cumplir esos odiosos condicionamientos que imponen los organismos multilaterales. Sobre todo, porque con la aplicación de esas recetas, los más afectados son los más pobres.