¿Hay algo que puede generar más lástima que una persona que se aferra al poder, aun a costa de su salud, de su propia vida y del bienestar de la población a la que juró defender? Lo lógico y humano sería que el presidente Hugo Chávez se hubiese excusado de participar en las próximas elecciones y se dedique a tiempo completo a luchar por su salud. Lo democrático y lo generoso hubiese sido que haya dedicado tiempo a formar un verdadero partido donde sobren –y no falten- líderes sucesores que puedan terciar en las elecciones. Un presidente que sea capaz de tender la mano a su contendor y anunciar de antemano que respetará su constitución pase lo que pase en las próximas elecciones. En síntesis, un presidente que le tienda la mano al país, que haya aprendido las lecciones del cáncer y de la vida y esté dispuesto a entregar el poder y a aceptar que Venezuela debe ser una construcción de todos y no solo de los chavistas. Un verdadero líder haría mínimamente esto en momentos tan difíciles. Pero nada de esto ha pasado.
Justo en momentos en que literalmente parece caérsele el país a pedazos, él no escatima ocasión para decir que si gana la oposición las elecciones habrá una guerra civil. Dice esto mientras la refinería de Amuay y ahora la de El Palito se incendian por negligencia, dejando decenas de muertos y heridos. Dice esto, semanas después de uno de los peores motines carcelarios de los últimos años. Más de 300 han muerto en las cárceles, sin que nada se haya hecho. Y la violencia cotidiana por robo, asalto a mano armado y secuestro siguen batiendo récords cada día.
¿Cómo es posible que ante este escenario no dé un paso al costado? Por más logros sociales que pudo haber tenido en el pasado, estos han sido opacados por la negligencia, la corrupción y la obsesión por mantenerse en el poder. Es una pena que el coronel Chávez termine sus días así, obsesionado por quedarse al mando de una Venezuela en llamas. Incapaz de extender la mano y peor aún, ayudar a que otro líder empiece un proceso de reconciliación nacional, donde exista una transición pacífica y todos los civiles armados por Chávez entreguen las armas. Como están las cosas, las elecciones del 7 de octubre huelen a tragedia. Tragedia si gana Chávez, porque su enfermedad hará presa de él sin que pueda impedir que sus seguidores peleen a muerte por su trono. Tragedia si pierde Chávez, porque él ha anunciado que llamará a la guerra civil si es que gana la oposición.
La Unasur y la OEA ya deberían estar listas para hacer prevención de conflictos.
Antes de octubre deberían llamar a todas las fuerzas venezolanas a respetar la Constitución frente a cualquier resultado. Y el segundo llamado debería ser a la reconciliación y a la paz.
En Latinoamérica se tiende a pensar que crisis como la de Siria todavía están muy lejos. Si los órganos regionales no hacen algo a tiempo, la situación puede terminar muy mal.