¿Qué hace que el ser humano, que se supone es inteligente y reflexivo, cometa errores que entorpezcan su vida y la de los demás?
No es explicable que hombres inteligentes promuevan un pacto -entre el Partido Socialcristiano y el correísmo- sin calibrar la reacción que podía causar, no solo en el ámbito político, sino en la ciudadanía.
Los acuerdos políticos son legítimos y necesarios, más cuando el país pasa por una crisis tan profunda y la Asamblea Nacional está tan fraccionada. Ningún bloque parlamentario puede, solo, resolver nada en la Asamblea. Se necesitan acuerdos para designar autoridades, conformar comisiones legislativas, conferir gobernabilidad al país, legislar y fiscalizar.
Pero ni es legítimo ni entendible que comprendan -confirmado por actores del frustrado acuerdo- establecer “comisiones de la verdad”, cuyo único propósito es revertir decisiones judiciales que les afectan. Ni es explicable que se haya subestimado la lógica reacción ante semejante pretensión, sin importarles el alcance que en la institucionalidad del país tendría una acción así.
“Que el Pacto de la Moncloa superó en España los muertos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista. En Chile, la Concertación nació después de sufrir a Allende y a Pinochet. Mucho tuvieron que lamentar para madurar. Hoy el Ecuador perdió la oportunidad de madurar para progresar” argumenta el PSC.
Que se compare este arreglo impresentable con el Pacto de la Moncloa es de una desproporción incalificable. España salió de la dictadura de Franco con el acuerdo entre todos los actores políticos y la Monarquía. Institucionalizó al país y superó mil y un obstáculos como los superaron los chilenos con la Concertación democrática para salir de Pinochet y su terror, no de Allende a quien Pinochet asesinó, como a miles más. Fueron pactos limpios, públicos, sin nada escondido, entre fuerzas políticas que buscaban superar tan largas dictaduras.
Este “parcto” de los montes buscaba el control de la Asamblea y fórmulas para la rehabilitación de sentenciados judicialmente, propósitos subalternos y distintos. ¿Vamos a vivir la repetición de la historia del roldosismo que pactaba indistintamente con los que le ofrecían amnistía a Bucaram?
El país -y el presidente Lasso- se libraron de las consecuencias de un pacto así. El mal comienzo de su gestión con un acuerdo de semejante naturaleza y alcance, habría herido de muerte a su presidencia. Con cada uno de ellos pugnando por sus intereses, la ruptura era cuestión de tiempo y los principios éticos habrían quedado por los suelos.
El acuerdo logrado para conformar la Asamblea Nacional debe fortalecer la gobernabilidad. A eso están obligados sus actores, en el Ejecutivo y en el Legislativo, sin renunciar a principios, sin dejar de fiscalizar, dejando de lado prejuicios y protagonismos subalternos, con patriotismo, desprendimiento y mucha responsabilidad.