Durante un cierto tiempo nos han bombardeado con los ‘Panama Papers’, casi siempre desde un punto de vista estrictamente político, una especie de piedra arrojadiza para descalificar al enemigo. Pero apenas ha habido una reflexión ética sobre un escándalo que ha puesto en evidencia algo dramático: mientras la gente humilde trabaja de sol a sol y el común de los mortales paga religiosamente sus impuestos, los poderosos de este mundo buscan formas sofisticadas para evadir sus impuestos y adormecer sus conciencias.
Cuando se actúa mal, de forma deshonesta, no sólo se está robando al Estado, sino a los pobres, a todos aquellos que se quedan sin educación, sin salud, sin esperanza,… Mientras tanto, hacinados e ignorados, se pudren en las cárceles ladrones de poca monta que tienen que sufrir esta desproporción de delitos y penas.
Ya hace años, en España, un “indignado” decía en el fragor de la crisis y de la protesta: “Nos piden que nos apretemos el cinturón… Nos lo piden funcionarios y políticos que cobran sueldos sustanciosos y que, además, tejen los mil hilos de la corrupción”. Así, mientras unos luchan día a día por llevar el pan a la casa, otros ocultan, especulan y evaden impuestos y responsabilidades. Lo hacen incluso aquellos que deberían de dar ejemplo, por el carácter público de su servicio, por ser referentes sociales en una sociedad que a nivel planetario, se encuentra desabastecida de comportamientos éticos.
No es que quiera llevar el agua a mi molino, pero conviene recordar las palabras de Jesús de Nazaret, pronunciadas hace más de dos mil años: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Los ‘Panama Papers’ dejan en evidencia la hipocresía de un mundo que se construye sobre la desigualdad y la mentira, sobre el desprecio de los pequeños y la codicia sin límite de los poderosos. Es impensable que nuestro mundo pueda ir mejor si lo que estamos tratando es de normalizar la deshonestidad. El blanqueo de dinero, la evasión de impuestos, la creación de empresas fantasmas… conforman una trama de muerte y destrucción que clama al cielo.
La difusión de millones de documentos que dejan al descubierto este fenómeno mundial es un gran paso en la lucha contra la corrupción. Es necesario desenmascarar los mecanismos que permiten esta estafa planetaria. La transparencia es una buena noticia para cuantos luchan y trabajan a favor de la justicia, para cuantos promueven una economía al servicio de las personas y del bien común.
Más de uno pensará que el vínculo entre ética y economía es inviable. Seguramente piensan que el fin de la economía es lograr el máximo beneficio con el mínimo coste posible. ¿Será que todo vale con tal de ganar plata? Los ‘Panama Papers’, como tantas contradicciones éticas, dejan en evidencia que la economía no es neutra y que el juego sucio nos conduce al caos.