Los paisajes, sabores, olores y colores de nuestra infancia, pasan a ser parte de nuestro subconsciente, el cual por el resto de nuestras vidas genera pensamientos, donde se originan emociones que conducen a las acciones que decretan el rumbo de nuestra existencia.
El subconsciente asimila todo, no dirime lo que es falso o verdad, ni si es bueno o malo, ni siquiera si es gracioso o no; y es el gran maquinista que aumenta la velocidad de los motores, sin importar el rumbo que le da el consciente: ese distraído piloto de nuestra vida.
Por ello, cuando los políticos ofrecen impulsar el turismo, a todos, sin excepción, nos llegan a lo más profundo de nuestro ser y soñamos con nuestros paisajes exhibidos en carteleras gigantes, los sabores de la infancia alabados por extranjeros y los colores viajando a otros países en suvenires.
Ya en el poder todos los políticos dan la espalda al turismo. En los últimos 14 años decreció en cantidad: al contabilizar a migrantes, traficantes, adoctrinantes; y en calidad: al dar luz verde a la informalidad, domicilios turísticos y mudando al Ministerio de Gobierno en avalador de moteles de mala muerte, picanterías y cantinas.
A pesar de ser el tercer generador de divisas, luego del petróleo y el camarón; sin embargo de ser el mayor creador de empleo luego de la construcción, especialmente de mujeres sin preparación académica; ningún gobierno nos invita a dialogar como lo hacen con el ultra indigenismo que cada día nos inyecta su dosis de violencia verbal y emocional; tampoco nos dan exoneraciones como a los taxistas, que no superan el autoempleo y sus inversiones no llegan al 1% de las nuestras.
En Brasil ya se formó un partido político donde prima el turismo por sobre desgastadas ideologías.
Somos la tercera fuerza económica del Ecuador. Nos transformamos en un partido político y tendremos en las alcaldías a expertos en turismo de probada trayectoria. Los prefectos serán administradores fogueados en hoteles con cientos de empleados, rectores consumados. Y a la Asamblea irá gente ética con el espíritu de servir que nos caracteriza; pero rehuimos a la política por temor a enlodarnos, aunque Ecuador ya es un pantano en el que todos nos hundimos mirando al cielo.
Cuando seamos una potencia electoral, los políticos pedirán dialogar con nosotros; hasta tanto, sigamos aterrados con el miedo a las expropiaciones con las que amenazan veladamente los comunitarios y que ejecutarán los populistas cuando regresen del exilio o las cárceles. Sigamos desilusionados con todo gobierno, que al vernos siempre con una sonrisa: nos creen tontos pasivos, tontos útiles y tontos con dinero; cuando es claro, que mantener negocios turísticos legales, evidencia alta inteligencia emocional: responsable del 80% del éxito personal y empresarial; inteligencia casi nula en los primitivos personajes que amenazan paralizar el país para captar electores.