Los de abajo
Todas las sociedades tienen a sus élites en la cima de la pirámide humana. Allí se concentra el poder económico y político. Por debajo está la franja de la clase media, luego la de la clase pobre y, finalmente, la de la miseria, que aparece, en mayor o menor grado, en casi todas las naciones del mundo.
Por supuesto, aunque suene utópico, lo ideal sería que aquella pirámide se invirtiera, pero si como país solo consiguiéramos ampliar radicalmente las franjas altas y, en consecuencia, reducir las de la pobreza y la miseria, nos encaminaríamos sin duda hacia el desarrollo.
En el Ecuador, por desgracia, las bandas de pobreza y miseria no se han logrado achicar, y quizás incluso se han incrementado durante las últimas décadas como consecuencia de las graves crisis económicas y políticas, por el cáncer de la galopante corrupción que ha devenido en metástasis, y también por fenómenos como la migración y los desastres naturales.
El principal objetivo del próximo gobierno deberían ser justamente los de abajo, no como parte de un programa de caridad o asistencialismo, que es algo que siempre se reclama al Estado en estas naciones del tercer mundo, sino como un objetivo serio y puntual de reducir aquella brecha enorme que se ha formado entre la base y la cima de la pirámide.
Resulta indispensable que a ese compromiso también se sumen las élites económicas, aquellas que deben contribuir de manera especial a generar empleo y distribuir recursos entre todos los estratos de la sociedad. Es fácil, y parecería resultar rentable además, criticar siempre a los gobiernos de turno por lo que sucede a nuestro alrededor, pero la dinámica de una sociedad en vías de progreso depende necesariamente de que todos los actores, públicos y privados, se enfoquen en el mismo objetivo: el desarrollo individual y colectivo de la gente.
Los pilares fundamentales de ese desarrollo son básicamente la educación y la salud, que deben llegar a todos los habitantes sin excepción alguna, pero, además, la cobertura total de necesidades básicas como alimentación, agua potable, luz eléctrica y alcantarillado; y, dada la situación actual del mundo, la conectividad y el acceso en todos los rincones del territorio a nuevas tecnologías.
Mientras los de abajo se sientan desprotegidos, aislados o carezcan de uno o más de estos pilares, sin importar lo que hagamos en otros ámbitos, la historia se repetirá mil veces. Surgirán nuevamente los populistas, oportunistas y violentos buscando pescar su cuota de poder pero, sobre todo, conseguir el botín de su vida. Al final, no debemos olvidar que ese tipo de proyectos políticos solo encuentran espacio donde crecen las necesidades y la insatisfacción de la gente.
Sí, demandemos a los candidatos seriedad, seguridad jurídica, planes económicos, institucionalidad y respeto por la democracia, pero, sobre todo, exijamos que se mire y se atienda primero las necesidades de los de abajo, pues solo así estaremos sembrando para el futuro.