La pugna entre la mayoría del Consejo Nacional Electoral y el Contralor nos ha dejado perplejos a los ciudadanos. Tendríamos que apelar a los expertos para entender, pero ellos tampoco lo tienen claro o no hablan con transparencia. Aparece un experto en los medios y declara, urbi et orbi, que el Contralor tiene facultades para observar a cualquier funcionario, sin excepción, y si los tres vocales del CNE no cumplen sus recomendaciones, debe destituirlos.
Otro experto se presenta para dictaminar, ex cátedra, que la calificación de los partidos es facultad privativa del CNE y que, estando iniciado el proceso electoral, nadie puede interferir en él so pena de destitución. Incluso recomienda a los vocales de mayoría del CNE que sean valientes y destituyan al Contralor.
Los ciudadanos se dividirán en dos bandos y dejarán de discutir los argumentos; el tema se convertirá, como todo, en una competencia. Hacemos rankings incluso con el número de muertos de la pandemia. Bastará con encontrar la conexión de uno de los bandos con el correísmo para que se convierta en un pleito entre buenos y malos y todos empiecen a tomar partido.
Esta forma de plantear los asuntos es perversa y destructiva. No tengo más remedio que repetir una anécdota de los sofistas porque demuestra cómo los políticos nos engatusan a los ciudadanos:
Un estudiante pobre que quería estudiar leyes le propone a un filósofo, que era también maestro, que le enseñe derecho y que le pagaría con el primer juicio que gane. El maestro acepta y firman el contrato. Cuando el maestro le pide, tiempo después, el pago de sus honorarios, el estudiante le responde que todavía no ha ganado el primer juicio. El maestro anuncia que le llevará ante el juez y le amenaza que tendrá que pagarle de todas maneras; si gana el juicio, por mandato del juez y si pierde el juicio, en virtud del contrato pues habrá ganado su primer juicio. El alumno le responde que no tendrá que pagarle de ninguna manera, si gana el juicio por mandato del juez, y si pierde el juicio, en virtud del contrato pues no habrá ganado su primer juicio.
El Contralor y los vocales del CNE , igual que maestro y alumno, no pueden tener ambos la razón; según las reglas de la lógica uno de ellos está equivocado o ambos. No se resuelve destituyéndose mutuamente ni apelando a facultades privativas; dividirán al país y ambos defraudarán. Tal como se puso en peligro el prestigio de la Fiscalía, ahora ponen en riesgo el de la Contraloría.
No parece correcto que tres vocales del CNE hagan de su capa un sayo porque son mayoría; peor si han habilitado a los partidos a cambio de los votos en el juicio político a la presidenta. Tampoco parece correcto que el Contralor decida cuál partido es calificado y cuál descalificado. Si se analizaran a fondo las firmas de los afiliados a las organizaciones políticas, no sobreviviría ninguno de los 280 partidos y movimientos. Tenemos 30 días para hacer apuestas.