Con un número insólito y desproporcionado de precandidatos presidenciales nos acercamos a la fecha de inscripción de los binomios.
Luego de la experiencia nefasta de la demolición institucional más perversa jamás antes perpetrada, ahora quedan lecciones.
Si los electores no escarmentamos a la hora de elegir, los vicios de corrupción que se enseñorearon y abusaron del poder podrían repetirse. Prohibido olvidar.
Nunca en su historia el país había visto un expresidente condenado, algunos ministros sentenciados y otros que fueron a prisión. EL COMERCIO informa de varias indagaciones por corrupción pendientes.
Si nos acordamos de Odebrecht, luego del delito que motivó la condena, debían indagarse una serie de delitos conexos cuyos expedientes y estado de las causas se desconoce. Además hay delitos graves contra las personas y persecución abierta del anterior gobierno a dirigentes indígenas y activistas sociales y ambientales.
La consulta popular aprobada por amplia mayoría imposibilita de por vida el ejercicio de cargo público y la presentación a elecciones de cualquier sentenciado por corrupción. Dictamen popular irrebatible.
Todos los candidatos a la Presidencia y a los cargos de elección popular están obligados moralmente a jurar la Constitución y no como ocurrió en el pasado, donde no la juraron, la pisotearon y la reventaron.
Debieran asumir la lucha contra la corrupción, comprometerse a juramentar su declaración de bienes, como manda la ley.
La extinción de dominio que ha dilatado una Asamblea con 60 legisladores con varias causas, decapitados por diezmos y corrupción es una deuda con el país.
Está pendiente la reforma para suprimir la existencia del Consejo de Participación Ciudadana. Obediente del poder en la década robada, con un expresidente en la cárcel, juzgado por tráfico de influencias y otro con dudosa veracidad de sus datos.
El nuevo gobierno debiera seguir en la línea de respetar los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, emplear los empréstitos para el desarrollo del país y olvidarse de crecer la burocracia ni bien haya dos centavos de exceso en la caja fiscal.
Cualquiera que sea el presidente debiera incentivar la creación de un fondo con los excedentes del petróleo y recursos de la minería, para destinarlo a la salud y educación de las mayorías. Tener ahorros ante eventuales catástrofes naturales, pandemias o vaivenes económicos como hace Noruega o Chile, que se levantó del terremoto sin endeudarse adicionalmente.
Aquí con el terremoto quedamos al desnudo. Se llevaron buena parte de la plata de la reconstrucción. El hospital de Pedernales inexistente es un descaro y una infamia.
Un juramento por respetar la libertad de expresión, un compromiso por dotar de internet educativo para todos con fondos internacionales, apertura al capital extranjero y estímulo a la repatriación de dineros limpios, serían algunas señales claras para crecer en libertad y crear miles de empleos.