Empapado en la tristeza que impregna gran parte de la sociedad española, vi en Madrid, en el seno de la Real Academia, a don Emilio Lledó… Conversé unos minutos con sus noventa luminosos años: alto, enjuto, Quijote cordialísimo y sabio. Antes de mi viaje, había leído una entrevista que se le hizo en octubre, aciago mes para para los que amamos a España entera, unida, rica en su diversidad, y vuelvo a sus palabras y a alguna circunstancia de la vida de este académico excepcional. El 21 de diciembre se elegirá a las nuevas autoridades catalanas. Para don Emilio, ‘estos son malos tiempos’, aunque sugiera que en los tiempos malos ‘se han de celebrar las buenas historias’. ¿Una de ellas?: este sabio de origen andaluz ‘renunció a su cátedra en Madrid, porque los estudiantes catalanes recogieron firmas para rogarle que siguiera en Barcelona’.
El periodista cuenta: ‘estos son días en los que el filósofo da vueltas a un nuevo concepto, “el desgénero humano”, para explicar lo que le parece impropio de los humanos’ … y don Emilio revela que ahora escribe ‘sobre el sentido del bien y de los grandes conceptos: la bondad, la lucha por la igualdad, la inteligencia y la sensibilidad enriquecida con el arte’ y entrega esta maravilla: ‘Aunque se diga que el hombre es un lobo para el hombre, la sociedad funciona cuando hay un principio de bondad’, pero añade algo que nos desconsuela: ‘lo realmente importante es el hombre que tiene poder. Un político indecente es la ruina del país’. (Las entrevistas a personajes notables por su talante y talento que suelo leer en los periódicos españoles muestran la gran preparación de los entrevistadores que, salvo alguna excepción, tanta falta nos hace aquí. Sabiduría es silencio, preguntar sin pedantería, no competir con el entrevistado: ¡nuestras escuelas de comunicación dejan tanto que desear!).
El filósofo, recién cumplidos sus años, confiesa que no quiere irse… pero constata que si el ritmo de la naturaleza es nacer, florecer y agostarse, solo nos queda ‘asumir ese condicionamiento del tiempo’.
Sobre la educación, la lectura, el universo digital, señala que en lo que vivimos hay síntomas de enfermedad… ‘El libro, la lectura, necesita otro tipo de tiempo distinto de los fogonazos de los móviles, de las imágenes, y es insustituible, porque es la compañía, el diálogo continuo. Los libros de mi biblioteca son mi vida. Ese objeto fosforescente que te llega a los ojos y de pronto desaparece, no’. No se explica cómo pudo llegarse a esta situación de ruptura, en momentos de excepcional democracia en España: ‘ha sobrado ignorancia y pasión’. Y al evocar tantos lugares en que, como hijo de militar, vivió y estudió, confiesa que no entiende lo que es ser nacionalista. ‘¿De dónde soy yo?’, y añade: ‘de donde realmente soy hoy es de la lengua que puedo hacer con mi manera de pensar, de aceptar a los otros. Esa es mi patria, esa es mi nación y ese es mi nacionalismo; por eso he sido feliz en todos los sitios en los que he vivido’.Bueno, triste y feliz…
scordero@elcomercio.org