Volver a casa suele ser un momento de alegría. Esta vez el retorno, urgente, necesario, esperado con angustia abrió otro cauce al dolor.
La noticia del hallazgo de los cuerpos de nuestros queridos compañeros de EL COMERCIO cayó en la redacción del Diario como un auténtico sacudón emocional.
La información, otra vez confusa y su desatinada divulgación, puso en tensión a sus familiares que han llevado con valor, entereza y energía inusual la angustiosa espera y los llevó, rápido, a Cali para solo volver con los cuerpos de sus seres arrancados de su lado de forma violenta.
Desde el 26 de marzo, ellos llegaron a las oficinas del Servicio Integrado de Seguridad ECU911 llenos de incertidumbre, pero su esperanza nunca decayó. La exigencia y ansiedad de ellos, de las propias altas autoridades, pese a sus errores, de sus compañeros de tareas y colegas de los medios era la misma: ¡que vuelvan pronto y con vida!
Cada día era de zozobra, cada noche de aterrador insomnio, cada fin de semana, de larga espera. Y la noticia no llegaba.
Los primeros indicios ya señalaban a un grupo delictivo de alto calibre. Los terroristas disidentes de las FARC – de los tantos grupos criminales que operan en el sur de Colombia-, eran los captores.
Las teorías iban y venían y las elucubraciones sobre sus objetivos fueron múltiples. Pronto se fue descubriendo que la más de una docena de grupos violentos acopian, transforman y trafican con coca. Si lo hacen por cuenta propia o en contacto con los peligrosos y violentos carteles mexicanos , ya de triste fama mundial, o sus operadores colombianos o ecuatorianos no es el tema. La acción delictiva se metió en los intersticios de una zona tradicionalmente abandonada por la institucionalidad colombiana. O entre la ‘vista gorda’ de la ‘permisividad’ (en palabras del Presidente Lenín Moreno) de algunos alfiles de la RC.
El registro del libro ‘Periodistas en la frontera norte, dos décadas de reportajes’ es un recuento para la historia. Allí se narran doscientas páginas de crónicas y fotografías de EL COMERCIO mostrando los rigores de la realidad social, las penurias económicas y el abandono de zonas fronterizas, que han sido terreno propicio para operaciones delictivas que, desde Colombia, han ido penetrando en nuestro país. Esmeraldas, Sucumbíos, Manabí, Santo Domingo, la zona costera, fueron perforadas.
Así, el equipo de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra fueron a San Lorenzo a seguir reportando para que el país se entere de la verdad en su derecho a la libre información. Como este año lo hicieron con frecuencia decenas de periodistas de este medio y los colegas de prensa y TV.
Así, cumpliendo con autorización de la autoridad al mando, fueron hacia Mataje. Lo demás es historia conocida y revivida. Su muerte es el homenaje a la vida del periodismo libre. La solidaridad nacional y de los periodistas, conmueve. Que hoy las familias puedan orar juntas y decir a Efraín, Paúl y Javier: ¡que descansen en paz!