El triunfo de Iván Duque en las elecciones abre interrogantes sobre el futuro de la política colombiana y de las relaciones con el Ecuador, por la política que siga en relación al Acuerdo de Paz que el Estado Colombiano alcanzó con las FARC.
Es conocida la posición del expresidente Álvaro Uribe, radical opositor al Acuerdo de Paz y principal auspiciante de la candidatura de Iván Duque. Su inteligencia, inversamente proporcional a su tolerancia, le ha convertido en el protagonista de un radicalismo que solo puede llevar a la prolongación de la violencia que martiriza a Colombia desde hace 50 años. La guerra solamente conduce a mayor violencia, odio y revancha. Su influencia en el futuro gobierno puede ser determinante para que Colombia regrese a la violencia con las FARC, añadiendo un ingrediente más a la lucha que debe librar contra los narcotraficantes, incluidos los disidentes que les amparan.
También hay la posibilidad de que Duque, como sucede generalmente con quienes asumen el poder, decida gobernar él y sacudirse del padrinazgo de Uribe en la campaña. Hay la posibilidad, deseable, de que suceda lo mismo que con el presidente Juan Manuel Santos, cuya independencia en el manejo del gobierno le granjeó la enemistad y oposición de Uribe. Si Santos no se sacudía, no se habría alcanzado el Acuerdo, que, como todo acuerdo, implica generosidad y cesiones de las partes, tan criticados por los extremistas, que los hay en la derecha y en la izquierda.
Cuando se ha vivido, como Colombia, 50 años de violencia, delictiva, política, subversiva y del narcotráfico, solo se la puede controlar, disminuir, erradicar, cuando las partes en conflicto ceden posiciones, aceptan su responsabilidad y convienen protocolos que no pueden satisfacer a todos. Cuando se reinsertan en la vida civil con derechos y obligaciones. Cuando todos se respetan.
Colombia no podrá alcanzar la paz duradera si no aprende las lecciones del pasado. Si no impide que, como sucedió con las fuerzas de izquierda que se reincorporaron a la vida civil hace años, fuerzas de extrema derecha les aniquilen físicamente. Toda la dirigencia de Unión Patriótica fue asesinada tras su reincorporación, incluido su candidato presidencial, acribillado en el aeropuerto de Bogotá.
Para el Ecuador es vital lo que suceda en Colombia alrededor del Proceso de Paz y la acción del nuevo Presidente. Confundir lo que fueron las FARC y los otros grupos guerrilleros, entre los que está el ELN en negociación con el gobierno colombiano para abandonar las armas, con lo que son ahora los que sirven de guardia armada a los narcotraficantes, sería un enorme y peligroso error. Deshacer el Acuerdo de Paz por razones ideológicas, presiones intolerantes o pretensiones máximas, desataría nuevas guerras con distintos enemigos y no solo ya contra los narcotraficantes, y nos afectaría seriamente.