Encastrado en la mitad misma de la ciudad, el estadio olímpico Atahualpa se asienta sobre dos premisas de dudosas posibilidades filosóficas: no ha habido, y es muy posible que nunca haya, olimpiadas en sus instalaciones y, hasta el día de hoy, los historiadores no han alcanzado un consenso respecto de si Atahualpa nació en Quito. No importa. El estadio olímpico Atahualpa no necesita ser olímpico porque cuenta con otros argumentos para ser monumental. El estadio olímpico Atahualpa lo es, a pesar de Huáscar y de un cuarto lleno de oro en Cajamarca.
Sus detractores se quejan de varias cosas, según ellos defectos irreparables, omisiones imperdonables. Dicen que es un estadio poco lujoso y que sus instalaciones son poco cómodas y funcionales. Los aniñados – este remoquete suena mucho más humillante que el vulgar pelucones, ponen el grito en el cielo porque el Atahualpa no tiene suites. Les parece inaudito que haya gente que tenga la valentía de ir a ver el fútbol sin la comodidad de un camarero contratado especialmente para la ocasión y que les sirva whisky a los presentes. Les parece insólito que el estadio no tenga ni tan siquiera hornos microondas para calentar las picaditas y mini refrigeradoras para poner a enfriar las cosas. En resumen, para los niños-bien el Atahualpa es simplemente siniestro porque no cuenta con las comodidades de sus casas de playa. Les repugnan las dudosamente fritas empanadas de morocho envueltas en aceitosas bolsas de papel marrón. Les hiela la sangre el solamente pensar en la posibilidad de tomar cerveza tibia, en vasos de plástico, vendidas por un extraño de pelo largo.
Y, claro, hay otra facción de la novísima burguesía criolla para la que el problema esencial del estadio olímpico Atahualpa pasa más bien por lo sanitario. Que los baños son incómodos. Que los baños son resbalosos. Que los baños son pestilentes. Hay que empezar por preguntarse, por supuesto, a quién se le ocurre ir al baño en un estadio de fútbol.
Con todos los defectos que se le pueda encontrar, solo el estadio olímpico Atahualpa ha visto dos clasificaciones al Mundial (hoy, materia de nostalgia). Solo el Atahualpa ha visto, quizá en una tarde soleada de sábado en los años ochenta, un clásico entre América y Aucas, con algo más de trescientas personas en las gradas, incluyendo policías, loteros, vendedores relativamente ambulantes, dos kinesiólogos y tres pasabolas. Solamente en el estadio olímpico Atahualpa se escuchan los mejores cachos. Solamente en las duras y no muy limpias gradas del Atahualpa se oyen los más chocarreros insultos, se prescinde de la corrección política y se deja de lado el estrés de la oficina o de la casa.