En Panamá, el presidente Lasso anunció que el Ecuador será el primer país en el mundo en crear una reserva marina en las primeras ocho millas de mar, protegiendo así ecosistemas costeros como manglares y corales y especies marinas que ahí se reproducen.
Se trata de una interesante iniciativa, que justo por ser innovadora a nivel mundial, requiere basarse en la investigación de nuestros ecosistemas y de lo que diga la ciencia: no habría experiencias que emular. Según informe de prensa, el presidente anunció que entre las especies que se beneficiarían estaría la ballena jorobada. Pero la ballena no es de aguas someras.
Han surgido voces críticas, en el sentido que la reserva sería la muerte de la pesca artesanal. No cabe prohibir la pesca artesanal, sino regularla. ¿Se permitirá la pesca con trasmallo? Con el trasmallo se arrasa el fondo marino, y se pesca todo, no solo las especies que se piensa utilizar. La declaratoria de la reserva costera requerirá monitoreo constante de las artes de pesca, de lo contrario la reserva no pasará de las buenas intenciones.
La reserva costera no debe ser obstáculo para la construcción de infraestructura en las costas. El país va a seguir necesitando más facilidades portuarias. Cuando entren a producir las minas de cobre de Imbabura, será necesario un puerto para exportar el cobre, bien sea una terminal en el puerto de Esmeraldas o un nuevo puerto en San Lorenzo. No puede la reserva impedir la creación de infraestructura.
Tampoco se puede prohibir la actividad hidrocarburífera. Según estudios de Petroecuador, hay potencial gasífero en toda la costa ecuatoriana, y es realidad en el Golfo de Guayaquil. De haber más gas en el Golfo sería importantísima su explotación para la generación eléctrica, uso industrial y residencial. En todo el mundo hay explotación petrolera en agua someras.
Lo que parece un tema sencillo, de prohibir toda actividad económica en las primeras ocho millas, es algo mucho más complejo que no puede legislarse a la ligera.