Malditas oraciones condicionales de cumplimiento imposible. Si hubiésemos acertado en los dos pénales fallidos, habríamos sumado siete puntos: tres contra Japón, uno contra Italia, tres que sí fueron contra México. Siete puntos ecuatorianos, los mismos que Italia. ¡Oh qué alegría!
¡Pobres samuráis azules, tan disciplinados! Tanto sintoísmo, tanto budismo- zen, tanto Kung Fu, tanto Taichi. Qué altos nuestros morenos tan marimba, tan bomba, tan Virgen de las Mercedes.
Qué bellos nuestros montubios de Quevedo y San Lorenzo, qué fuertes nuestros cholos de Portoviejo y Junín, qué cinturas tan guayacas para dribles y regates, qué Samborondón nuestro Leonardo Campana, pelucón de pelucones.
Pero no fue así. No cumplimos la condición de los diez mil. Teníamos que haber llegado con tres jugadores que hubieran pateado diez mil pénales cada uno. Solo así nunca se yerra. ¡Ay negra noche de brujas! ¡Ay fantasmas de los ceibos! ¡Ay desdentados tiburones de la isla de la Plata!
A mí me gustó la Sub20. Nueve sobre diez el medio campo, siete sobre diez la defensa, tres sobre diez la delantera, dos sobre diez el portero, que pateaba largo, cayera donde cayera el balón, que no quería combinar con la mano para que los volantes salieran jugando, que se enredaba en sus propias piernas, pero sin duda patriota, en la gran Polonia; valiente en la desolada tierra de los campos de concentración nazis.
Muero por el adjetivo calificativo “célico”. En la Poética, célico es lo relativo al cielo como el lugar que está alrededor de la atmósfera del globo terráqueo. Significa, también, modo agradable, maravilloso, excelente, perfecto y arrebatador. Jorge Célico D.T. con facha de académico de cuarto nivel, tranquilo, un no llores por mí, Argentina, llevó a la gloria al Trencito Azul y clasificó a nuestra Sub20 campeona de la América Meridional.
Nuestros jugadores nerviosos con Japón, pero machos. A los siete samuráis les opusieron la alegría de los siete pecados capitales. Uno a Uno.
A los del c-tenacio italiano le hicieron 13 tiros de esquina, y, expulsado nuestro defensa, Jackson Porozo, con tarjeta roja directa, nuestros muchachos arrinconaron a los italianos, fértiles en trucos, comediantes natos, mamamías sentimentales, simpáticos. El “O sole mío” fue equinoccial, pese al Uno a Cero.
Bien con México que sufrió porque el VAR le anuló un gol pateado desde un fuera de juego. “Hermoso huipil llevabas, Llorona, que la Virgen te creí”.
Fue el partido de las patadas, los manotazos, las faltas, los choques de cabeza, las zancadillas al jugador que en contragolpe ponía a temblar a los hinchas, aflojaba las rodillas de los jugadores y causaba traqueteo de caderas en las paulinas rubio, las glorias trevi, las thalías, las luceros, las anas gabriel, las dulces marías, las paquitas del Barrio y las marías dolores praderas. “¡Ay, fuego lento, fuego de amor encendido!” A mí me gustó la Sub20.