Análisis de coyuntura
Editor de la sección Política
Lo terrible de las navidades y del Año Nuevo es esa repetición que pudiera llegar al absurdo. El caso es el siguiente, aunque pueda sonar exagerado: la noche del 24 de diciembre se come pavo, al día siguiente,el recalentado del pavo; el 26, arroz con pavo; el 27, sánduche de pavo; el 29, arroz de cebada con el hueso del pavo. Se descansa el 30 para el 31 volver al pavo y nuevamente a la misma sucesión de hechos. Y el empacho.
Lo interesante de esto es que el discurso político del año que termina ha sido una reiteración que, de tanto pronunciarse, pierde vitalidad, creatividad. La creatividad es importantísima en la política. Carlos Fuentes decía que es una lástima que nuestros escritores tuvieran tanta imaginación, pero que nuestros políticos carecieran de ella.
¿Qué se ha dicho tanto que termina agotando? Por ejemplo: el ser humano por sobre el capital. Es algo con lo que solamente los grandes capitales no estarán de acuerdo. El problema no es tanto estar de acuerdo o no (estar en contra sería casi una perversión social). El tema es que se lo dice tanto que termina siendo poco creíble, porque ya en tiempos de crisis, la búsqueda de mercados se vuelve imperante, se entregan recursos por adelantado, muchos pierden sus trabajos.
El capital, ergo, está por encima del ser humano. Todavía. Y es algo muy lamentable.
Otra frase recurrente es la de los factores externos de la crisis. Ahí es cuando se espera de quienes, con una lista de títulos, tengan alternativas para circunstancias complejas, como, por ejemplo, desarrollar un aparato productivo razonable que genere riqueza más allá de la obra pública. Y que digan algo más allá del discurso de la devaluación, que entristece porque los que han vivido devaluaciones saben que, más que un acierto, siempre perjudica su poder adquisitivo.
La oposición también está encerrada en una tautología: unidad, que no es posible porque el proyecto de un país llamado Ecuador siempre ha estado sometido a intereses inmediatos. Por eso tenemos 20 constituciones y queremos otra, porque siempre repetimos.