Me declaro una persona asertiva. Apuesto por un Ecuador mejor, y casi siempre me afirmo en una propuesta. El título parecería negativo, pero no lo es. En este caso significa un “no” positivo. Veamos por qué.
La democracia es un sistema posible, que se nutre de un marco jurídico-político-constitucional, y se expresa a través de instituciones que forman parte del estado de derecho, y de funcionarios elegidos o designados para aplicar un plan de gobierno aprobado en las urnas. Hasta aquí todo perfecto.
El problema radica en que ciertos líderes -mal preparados y deformados por intereses distintos al bien común- ejercen el poder del soberano a sus espaldas y en detrimento de los objetivos nacionales permanentes. Y a esta crisis se une otra debilidad: el pueblo -imbuido por mensajes embusteros- elige a quienes no le representan, y se repite la historia por influencia de los populismos, las redes sociales y el discurso mesiánico.
Esta es una tragedia recurrente, resultado de un círculo vicioso perverso que carcome el ser nacional, erosiona las instituciones, genera desconfianza y algo más grave: hipoteca el futuro de la nación. Ante esta debacle es tiempo de discernir -más allá de las corazonadas- y optar por candidaturas solventes y proyectos racionales.
El país no puede equivocarse. Votar por quienes tuvieron la oportunidad de servir y no lo hicieron con dignidad, sería trágico. El próximo gobierno será transitorio. ¡Qué falta nos hace un presidente de la talla de Don Clemente Yerovi Indaburu! Sobrio, capaz, maduro, con inteligencia política, ideas claras, respetuoso de su misión.
Los políticos son responsables de lo que hacen o dejan de hacer. Escuchamos informes vacíos, sin autocrítica y alejados de la gente, que describen un país inexistente, así como promesas irrealizables, sin financiamiento.
¡Hay que reaccionar con inteligencia, sensatez y amor a la Patria! La alternativa es castigar con los votos, sin odio, y escoger líderes que no han cambiado sus camisetas, con hojas de vida limpias, y programas de gobierno viables. ¡No nos equivoquemos!