El trabajo infantil es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, hay más de 168 millones de niños en todo el mundo, que tienen que trabajar; la mitad, realiza actividades peligrosas en minas y fábricas; muchos son forzados a la prostitución, o incluso a participar en el narcotráfico. Se trata de niños mal nutridos, que no saben lo que es jugar, que no han pisado una escuela, y que no tienen acceso a la asistencia médica; seres humanos que han perdido una etapa de sus vidas y que tampoco tienen futuro; a corta edad, tienen que hacer un trabajo de adultos, mientras el progreso les pasa por un costado. En Venezuela, ¡sólo los más visibles, por estar en la calle! Chávez los llamó “los niños de la patria”.
La suerte de los niños está asociada al destino de las sociedades en que viven y a las políticas más o menos acertadas de sus gobiernos. Si, como consecuencia de políticas desacertadas, hay destrucción de empleo y los adultos no pueden llevar el pan a sus familias, lo más probable es que los niños tengan que arrimar el hombro, haciendo un trabajo de adultos, y erosionando aún más los salarios y las fuentes de empleo de adultos.
Hace poco diario El País, de Madrid, publicó un comentario del agregado para cooperación de la Unión Europea en Nicaragua sobre los niños de los semáforos de Managua y la mendicidad infantil. Un panorama que, ciertamente, no nos es ajeno, y que ya forma parte de nuestra vida cotidiana. No importa que se les llame niños de la calle o “niños de la patria”; se trata de niños abandonados.
El infortunio de los niños nicaragüenses no tiene las mismas características ni la misma dimensión que el drama de los niños bolivianos, donde, según la Defensoría del Pueblo, habría 850 000 niños trabajadores. Al igual que en Venezuela y en Nicaragua, el gobierno de Evo Morales en Bolivia lleva suficiente tiempo como para haber tomado medidas sobre la tragedia. Muy por el contrario, este es un problema que se ha agravado.
El Convenio 138 de la OIT establece que la edad mínima no puede ser inferior a 15 años, y se insta a los Estados a subir ese límite con miras a eliminar el trabajo infantil. No obstante se discute, en Bolivia, un nuevo código de protección, que establece en 14 años la edad mínima para trabajar; con ese proyecto se estaría violando estándares internacionales que, en un país cercano al socialismo del siglo XXI, deberían ser obligatorios .
Después de una protesta infantil (la cual fue reprimida por la Policía utilizando gas pimienta), la situación de los niños bolivianos no parece que vaya a mejorar. Muy por el contrario, en vez de crear las condiciones para terminar con esa lacra, las autoridades bolivianas estarían dispuestas a ceder a presiones “de los niños” para eliminar esa referencia a la edad mínima.