“Se quedaron sin proyecto de vida”, fue una de las conclusiones de la investigación de la U. Andina y el Contrato Social sacó en el 2016, luego de analizar los efectos de la prueba ENES de acceso a las universidades. Cientos de miles de jóvenes se quedaron sin estudiar y sin trabajar. No había empleo.
A estos ninis, jóvenes entre 18 y 24 años, que ni estudian ni trabajan, el Estado les rompió su proyecto de vida. Les dijeron que para ser felices debían ingresar a las universidades y obtener un PhD. Se quedaron en el vacío. Su reacción fue frustración, depresión y bronca. Algunos se suicidaron. Otros aprovecharon del alzamiento de los indígenas en octubre del 2019 para quemar Quito.
Como nada ha cambiado en las políticas públicas de acceso a la educación superior, el fenómeno de los ninis es igual hasta hoy. Al 2022, según el INEC son 585 955 adolescentes y jóvenes entre 15 y 24 años. A más de este hay otro grupo que no estudia, son los niños y niñas que por la ineficiencia estatal ante la pandemia salieron del sistema educativo. Como cité en mi artículo anterior “según ENEMDU a diciembre 2021, unos 251.228 niños entre 5 y 17 años estaban fuera de la escuela”.
Este casi un millón de personas fuera del sistema educativo ¿Qué hacen de su vida, cuando incluso “según UNICEF, el 55%, adolescentes de entre 15 a 17 años, no está interesado en estudiar”? Todos los datos parecen confirmar que, para miles de estos chicos, la ineficiencia de la escuela y el vacío de un proyecto de vida ha sido cubierto por otro proyecto, el que les ofrece el crimen organizado y la narco cultura: abundante dinero para llevar a sus hogares pobres, placeres, droga, poder de las armas y una organización que te acoge.
Recuperar la paz pasa por dotar a la niñez y juventud de oportunidades de vida digna y sentido. Trabajo para los padres y una mejor educación que enriquecida por el arte y la música, siembre en los barrios violentos cientos de orquestas, coros y pinturas: armonía y solidaridad.