‘¡Esto está mal!’. Con estas palabras comienza un discurso de cuatro minutos, el más poderoso que oí en mi vida. Las dijo Greta Thunberg, la adolescente sueca activista por el clima, en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Acción Climática. Fueron la continuación de una semana de huelgas y marchas por el clima en las que se calcula que participaron unos seis millones de personas.
Los manifestantes eran predominantemente los jóvenes que tendrán que enfrentar una parte mayor de los costos del cambio climático que los líderes mundiales a los que Thunberg les hablaba. De modo que su tono de indignación fue adecuado, así como el leitmotiv de su discurso: “¿Cómo se atreven?”. Acusó a la dirigencia internacional de robarse los sueños de los jóvenes con palabras huecas. ¿Cómo se atreven a decir que están haciendo suficiente? ¿Cómo se atreven a fingir que es posible mantener la trayectoria actual y usar soluciones tecnológicas que todavía no existen?
Thunberg justificó su indignación señalando que la evidencia científica del cambio climático se conoce hace 30 años. Pero mientras el tiempo para una transición a una economía sin emisión neta de gases de efecto invernadero se agotaba, la dirigencia internacional miraba para otro lado. Ahora (como señaló Thunberg) hasta el esfuerzo heroico de reducir las emisiones a la mitad en los próximos diez años apenas nos da un 50% de probabilidades de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C. Superar ese límite supone el riesgo de iniciar ciclos de retroalimentación incontrolables que llevarán a más calentamiento, más ciclos de retroalimentación y todavía más calentamiento. Thunberg citó el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Al ritmo actual, superaremos ese límite en 2028.En el Índice de Desempeño frente al Cambio Climático, todavía ningún gobierno del mundo alcanzó la calificación “muy bueno” en protección del clima.