Anticipo la reacción de algunos lectores: ¿Modesta? Desde 2015 no teníamos una inflación tan alta. Si, en efecto, acostumbrados a no tener inflación, incluso algunos observadores se alarmaban diciendo que había deflación, de pronto estamos en 3,8% cuando cerramos el año en 1,9%.
Pero es baja porque la inflación es mucho más alta en el resto del mundo. Nuestros vecinos de Colombia sufren una inflación de 10,8%. Pero mientras los colombianos padecen del alza de precios, como el peso se devalúa, a nosotros dolarizados nos parece que Colombia se abarata. Igual Perú (inflación de 8,4%), Brasil (8,7%), Chile (14,1%) y Argentina (78,5%).
Estos países sufren inflación por haber emitido moneda en exceso para mitigar el costo de la pandemia. Y lo que causa inflación es esa emisión monetaria. Estrictamente hablando nosotros tenemos alza de precios al consumidor, pero no inflación, por no tener moneda propia y no emitir. Tan pronto dejen de subir los precios de los bienes importados, se estabilizarán los precios internos. En 2023 el alza de precios al consumidor será poco más del 1%.
El encarecimiento del pan se debe al mayor precio del trigo y el aceite vegetal, dos productos que han subido de precio por la invasión rusa a Ucrania, y no hay quien coseche la abundante producción de aceite de girasol y trigo del país invadido. Por similar motivo sube la urea, que aumenta el costo de los agricultores. Con la atenuación de la pandemia se elevaron los fletes del transporte marítimo, lo que encarece todo lo importado.
EE.UU. tiene una inflación de 8,3%, y se encarecen las importaciones de esa procedencia. La fortaleza del dólar nos protege de un mayor impacto de la inflación importada de Europa y China.
Lo único no importado que sube son las legumbres y hortalizas (6,9%), puesto que no se permite la importación cuando la oferta doméstica cae. Justamente uno de los pedidos de la Conaie es mayor control en las fronteras para que no entren alimentos frescos baratos de Colombia y Perú.