Los próximos días y semanas son cruciales para el destino del Gobierno y de la democracia, amenazados por hechos que podrían derivar en desestabilización. Se ha precipitado una aguda crisis política marcada por la posible renuncia y/o destitución de la Vicepresidenta debido a presuntos cobros ilegales e inmorales a un colaborador en su periodo de asambleísta.
También contribuyen al peligroso momento el destino del presupuesto, la incertidumbre sobre el nuevo gabinete y el caos propiciado por los nada ingenuos paros de los transportistas, en especial de los taxistas de Quito.Pero la crisis puede ser transformada en oportunidad. La eventual salida de la Vicepresidenta podría devenir en vacío político, y en disputas por el sillón vacante. Mas la designación de la nueva mandataria marcaría el sentido del gobierno hacia uno u otro lado del espectro político, influyendo en la acumulación de fuerzas a favor de tal o cual sector, para los próximos años, en particular para las elecciones del 2021.
De allí que los demócratas deberán incidir para que ese estratégico puesto sea ocupado por una genuina representante de la honradez y de posturas progresistas. De ser así, tal elección fortalecerá la imagen democrática del Gobierno, que se vino a menos cuando se eligió como vicepresidenta a una radical militante del correísmo, que ya se iría.
En la misma dirección, el nuevo gabinete debería oxigenar al gobierno con mujeres y hombres demócratas, del más alto valor técnico y ético, con capacidades e ideas para promover el cambio y la unidad, que asuman con eficiencia la coyuntura, y con creatividad siembren políticas que tengan trascendencia para las siguientes décadas. En tal sentido, el proceso de renovación del gabinete no solo debe reemplazar a altas cabezas sino barrer a cuadros correístas camuflados en puestos secundarios e intermedios, que hasta ahora han torpedeado la acción gubernamental. Solo así, Moreno no solo acabará su periodo, sino acabará bien, en beneficio del país.
El tema del presupuesto, de sus dificultades de financiamiento, puede ser una gran oportunidad para explicar a la población la herencia del mal manejo económico y de la funesta deuda externa del correato. Así, como para promover la necesidad de un pacto social–fiscal que garantice recursos para la educación y la salud.
La oscura guerra de los taxistas contra la ciudad y la población, realizada desde el total desprestigio, producto de un pésimo y abusivo servicio, debe ser aprovechada para educar a la población en la idea de que los conflictos no se resuelven con violencia sino con soluciones concertadas.
Así, la crisis podría ser aprovechada para reconstruir la imagen democrática del Gobierno y para fortalecer la tendencia del centro hacia la izquierda para los próximos años.