Estamos mal. De las armas, por ejemplo, no sale la paz. Nunca ha salido la paz de un fusil: de ellos salen las balas, sangre y muerte. La paz en la frontera norte no va a construirse nunca si se piensa que la salida es enviar más tropas, militares y policiales, a vigilar lo que hacen los disidentes. La paz se construye con otras cosas: con servicios básicos, con poblaciones bien atendidas, con salud y educación, creando oportunidades y también, por supuesto, con música y poesía, con danza y pintura. Esas son las armas de la paz.
Estamos mal. Tampoco se detiene la migración poniendo murallas o pasaportes o piedras en el camino. Al contrario: eso solo crea caos, desazón, desesperanza. Y la desesperanza es caldo de cultivo para el tráfico de personas, para el abuso criminal, para la extorsión. No es fácil, pero hay que crear condiciones para recibir a quienes buscan acogida, crear lazos de solidaridad y corredores humanitarios. Perseguir, poner obstáculos, cerrar fronteras, criminalizar a los migrantes solo aumenta el caos y alimenta la xenofobia.
Seguimos mal. Creemos que los errores de la política se corrigen a punta de venganzas, del “quítate tu, para ponerme yo”. Error. Así solo se victimiza a quienes estaban antes en el poder. Persiguiendo a los perseguidores para volverlos perseguidos no llevará a ninguna parte. O a lo mejor sí: a que vuelvan a ganar las elecciones. Un círculo vicioso. Salir del marasmo de la política implica propuestas creativas de construcción de un nuevo modelo. Parece que no estamos dispuestos a ello.
Estamos mal. Aún hay gente convencida de que la legalización del aborto es luz verde para el asesinato de criaturas indefensas. Que el aborto sea ilegal solo aumenta el riesgo de muerte de más mujeres en clínicas clandestinas o por prácticas abortivas. Así no se defiende la vida. Las cifras de abortos y de mujeres, niñas adolescentes muertas se reducirían significativamente con una adecuada y temprana educación sexual.
Para construir la paz se requiere educación. Para combatir la xenofobia, lo mismo. La misma receta sirve para corregir la política y para defender la vida. La ignorancia es caldo de cultivo del machismo, del racismo, del triunfo del populismo, de la violencia, de la ilegalidad. En la educación, que no consiste solamente en tener infraestructura educativa, está la verdadera revolución.
Estamos mal. Hemos perdido varias décadas y muchísimos billetes sin conseguir -y sin exigir- reales mejoras en el sistema educativo, en la calidad educativa, en formar ciudadanos conscientes de sus deberes y respetuosos de los derechos y de los derechos de los demás. Tal vez sea intencional: a los caudillos y populistas, a los mandamases, a los corruptos, a quienes se enriquecen a costa de los demás, les conviene una sociedad ignorante, machista, xenófoba, lumpen y violenta.