Visto en la era de la mayor revolución científico-tecnológica que registra la historia: inteligencia y órganos artificiales, robótica, realismo virtual, genética, cibersexo… (el suntuoso matrimonio de un japonés con un holograma deja perpleja a media humanidad, más si la fábrica de estos adminículos ha expedido ya mil setecientos certificados interdimensionales), “Este perro mundo”, documental de 1962, luce chapucero y anodino (la manipulación para cargar tintas en ciertas escenas deriva en lo risible). Pero muestra ciertos actos y rituales excéntricos de algunos conglomerados humanos, algunos de los cuales desdicen de su condición de tales y logran convocar de algún modo al espectador.
Nueva Guinea y cacerías humanas. Perros desollados vivos en Taiwán por la avidez de su carne. Singapur albergando un hotel para moribundos: rictus de desolación -temor y temblor-. Nepal y toros decapitados en ceremonias litúrgicas. Recreación de aberraciones de países tercermundistas en suma, pero también “guiños de ironía” sobre el imperio: una muchedumbre de mujeres acosa a Rossano Brazzi -sucesor de Rodolfo Valentino-, la más intrépida se lleva el trofeo: la camisa de Brazzi, y la defiende a dentelladas; familias burguesas sollozantes en los funerales de sus mascotas en un cementerio cinco estrellas, y millones de niños muriendo de inanición.
“Este perro mundo” siguió su marcha. Incoercible. Feroz y vacío. Impertérrito y, sin duda, más deshumanizado. La Guerra Fría, la Gran Hambruna China y la Revolución cultural, guerras independentistas de Angola, Afganistán, Somalia, Vietnam, Iraq, Al Qaeda, genocidios, purgas, liquidaciones: la guerra es el mejor negocio del mundo. La caída del muro de Berlín. Origen de un tremendo cambio de época: derrumbe del marxismo como sistema actuante de ideas y conmoción del “estado de bienestar”…
Retorno de nacionalismos a ultranza. Culto por el dios dinero. Honrando nuestra perversa asincronía histórica, en nuestra América se pretendió resucitar el marxismo. Marionetas extravagantes, ávidas de poder y dinero, han dejado una estela de tropelías y corrupción. Ortega y su cónyuge: el ignaro y victimario binomio feudal de Nicaragua; los Kirchner y su estampida de depravación; Nicolás Maduro, encarnación de la zafiedad y el ridículo, caricatura de dictador; Correa, resentido e irrisorio, tapando con su astuta caterva los deshechos de su gobierno autocrático.
El cambio civilizatorio es cada día más previsible. ¿“Democracia radical”, la solución, según Jacques Rancière, es “repensar la democracia”? La verdad es que Estado, iglesias, fuerzas armadas, universidades, partidos políticos, sindicatos, intelectuales… están en estado de parálisis. “Este perro mundo” sigue su marcha. ¿Catastrofismo? Ustedes, amigos lectores, inferirán las debidas conclusiones.