El presidente de la CONAIE, Leónidas Iza, otra vez amenaza a los asambleístas de Pachakutik, por si acaso no acatan sus instrucciones. Este hecho nos traslada a la arcaica figura del mandato imperativo, de la época medieval y las asambleas estamentales del Antiguo Régimen. Las cámaras estaban compuestas por delegados del clero, la aristocracia o los señores feudales. Eran sólo comisionados que debían observar el cuaderno de instrucciones y obedecer a un mandante. Algo parecido a la figura del mandato iusprivatista.
Con las furias del señor Iza, no interesan los principios del constitucionalismo democrático que a partir de la revolución francesa prohibió el mandato imperativo. A la basura el principio de la representación de la nación. A un diablo la teoría de la soberanía popular y la de la representación, la libre expresión y las garantías que protegen el voto de los asambleístas.
Con la desmesura del señor Iza, se vienen las viejas ideas de las monarquías absolutas medievales, donde los miembros de las asambleas eran simples embajadores, delegados o máquinas de eco que cumplen con el cuaderno de instrucciones y las órdenes del mandante, que sabemos, no es la nación ni la soberanía popular. Quien emite las órdenes y se erige en el único mandante es el señor Iza, con látigo y ortiga. Y punto.
Los pensadores y filósofos que construyeron la doctrina democrática de la representación y de la soberanía popular, importan tres atados para el señor Iza. Pobre Franklin, Adams, Hamilton, Madison, Peine, Rousseau, Kant, Montesquieu, Voltaire, Bentham, Constant, Condorcet, Tocqueville, Mill, Sieyés, Kelsen, Sartori, Bobbio. Mateucci, Pasquino, etc. En vano Edmund Burke habló a los electores de Bristol en 1774, reivindicando el mandato libre y la representación de la nación. Todos son unos pobres diablos ante la clarividencia del señor Iza que ha ojeado y se ha instalado en el Manifiesto comunista de Marx y algún texto de Mariátegui.