Tal vez ustedes no me quieran creer, pero ya sé cómo se puede atravesar, sin perecer, el pantanoso, críptico y –a estas alturas– ya insufrible asunto de la Ley de Comunicación. Y salir indemnes. No se me ocurrió a mí, sino a un querido amigo y yo solo me encargo de pasarles el dato.
Otra aclaración: por El Gato, ustedes deberán entender que me refiero a Rafael Correa; sí, al Presidente de la República. Ojo que tal alias tampoco se me ocurrió a mí, pues el ingenio no me da para tanto. El mismo querido amigo me confió que en las filas de Alianza País hay quienes cariñosamente llaman así al Presidente. Los Malos, obviamente, son los medios de comunicación y cualquiera de sus sucedáneos.
Ahora que todos sabemos de qué estamos hablando, prosigo.
Según mi amigo, lo primero que Los Malos deberían hacer es aplicarle la ley del hielo a El Gato. Suena inmaduro, pero es infalible. Algo o alguien que no existe –o que por lo menos no es omnipresente– no puede hacer daño. Así, si Los Malos le limitasen el espacio de cobertura a El Gato a lo estrictamente esencial y relevante de su gestión (en lugar de publicar hasta el más mínimo fruncimiento de ceño del susodicho), la importancia del mismo se iría aligerando. ¿O estará equivocado mi amigo?
Esta primera medida, al parecer, tiene una sola contraindicación: que Los Malos continúen distraídos en si Panchana dijo “tal” o si Carrillo dijo “cual”, en si El Gato les clavó la mirada furiosa o en si Cordero incumplió su palabra.
Mi amigo dice que si Los Malos pasan de contar la ‘telenovela’ (el melodrama asambleístico) a demostrar cómo esa Ley quiere controlar contenidos, la tienen fácil, porque nadie va a apoyar la censura previa (es que el estalinismo está muy pasado de moda, y a nadie le gusta asumirse anticuado).
Otro tip, sugerido por mi amigo, que a mí me pareció inteligentísimo, es que en caso de que Los Malos no lleguen a hacer bien la tarea y nadie apoye su causa y, por ende, el control de contenidos se concrete, siempre queda el humor como opción. Qué tal, por ejemplo, escribir en el cabezote de un periódico, justo debajo del nombre del ilustre medio “Aquí todo es ficción”. Y listo, no habrá censura previa ni control de contenidos que aplique contra la pura y llana imaginación.
Por último, al brillante manual exprés, para enfrentar a El Gato y su Ley de Comunicación, de autoría de mi amigo, yo añadiría un consejo: que Los Malos se pongan creativos y contraten a la dinastía Alvarado y a su séquito de viejitas con caras de buena gente para ver si a punta de refranes y eslóganes convencen a El Gato que no se ensañe con ellos. O sea, si fuese por mí, los Alvarado ya estarían contratados.
Bueno, que no se diga que faltó consejo o interés en tan escabroso asunto. Los Malos están avisados (con manual incluido).