Se acaba de anunciar que el FMI aceptó la propuesta ecuatoriana de darnos créditos por este año y el próximo, para que así el gobierno pueda luchar contra “la madre de todos los desajustes de la economía ecuatoriana”: el déficit fiscal.
En realidad, es mucho el tiempo en el que Ecuador ha vivido más allá de sus posibilidades, porque tiene un sector público que simplemente no se puede pagar.
Todos los años, desde el 2009 hasta el 2021 (son 13 en total), el sector público del Ecuador ha tenido un déficit, que, en 2014, 2015, 2016 y 2020, llegó a niveles muy significativos.
El déficit no es otra cosa que la diferencia entre los gastos y los ingresos públicos, y la manera de financiarlo es endeudándose. En otras palabras, el gobierno ecuatoriano ha tenido que contratar más y más deuda, todos y cada uno de los años desde el 2009 hasta la actualidad.
Eso explica por qué la deuda pública pasó de 10 mil millones en junio de 2009 a 63 mil millones en junio de 2021. Es trágico, pero algunos de los años de más endeudamiento coincidieron con altos precios del petróleo, pero ese es sólo un capítulo más de la tragedia aún no escrita, llamada “Cómo desperdiciar dos booms petroleros en menos de medio siglo”.
Haber disparado tanto el gasto público, no sólo que lo convirtió en infianciable y nos obligó a endeudarnos hasta las narices, sino que llenó de distorsiones a toda la economía. Por ejemplo, al inyectarle tanto dinero a la economía, se disparó la demanda, haciéndonos un país caro. Específicamente, entre junio 2007 y junio 2015, los Estados Unidos acumularon 15 puntos de inflación, mientras que el Ecuador acumuló 45 puntos. En otras palabras, en esos años nos encarecimos 30% más que los Estados Unidos.
En muchos de los años de gasto loco, había tanto dinero en manos de los ecuatorianos, que las importaciones se dispararon (¿se acuerdan de las salvaguardias que eran para frenar el hambre de importaciones y que ahora ya no son necesarias?). Mucho del gasto público se convirtió en demanda de bienes importados.
Por eso, tiene sentido que se haya armado un plan para reducir este déficit hasta llegar a tener un superávit en el 2024; tiene sentido lanzarse con toda la artillería a destruir este monstruo que tanto daño nos ha hecho y tiene sentido que la mayor parte del ajuste se haga en el gasto público y que la menor parte se haga por impuestos.
Afortunadamente, el FMI aceptó el plan ecuatoriano y le dará recursos al país para que la reducción del déficit sea ordenada y para que el Ministerio de Finanzas pueda cuadrar su presupuesto en este año y en el próximo.
Tener un programa que ataque el déficit no va a resolver todos los problemas del país, pero va a brindar la base para planificar una solución.