En la fotografía, el perro aparece en la primera línea de la protesta contra el ajuste económico que Europa impone a Grecia, que, como siempre, afecta a los trabajadores, las capas medias, los jubilados, los inmigrantes, los sin techo.
En la escena, Lukánikos parece representar la solidaridad de la vida frente a la muerte. De una vida amenazada por ciertas estrategias de actuación sobre las poblaciones humanas y sobre el conjunto de los seres vivos. Los efectos de las crisis económicas se extienden más allá de lo humano, y junto a fenómenos como el calentamiento, ponen de manifiesto una crisis ecológica mundial.
Raras veces nos detenemos a examinar la condición del animal que está junto a nosotros. Los humanos nos hemos declarado animales excepcionales, no tanto para señalar nuestro esencial parentesco con las otras especies, cuanto para marcar la diferencia: la racionalidad, la palabra, la sociabilidad, el espíritu… En la condición excepcional de lo humano se sustenta el dominio técnico del mundo. Entendemos al animal como instrumento, materia prima, ganado, fiera salvaje, y en el mejor de los casos, según nuestro punto de vista, como mascota o pájaro silvestre.
Mientras se lo señale con el nombre genérico de la especie, el animal doméstico permanece a cierta distancia conveniente y puede convertirse en alimento. Pero cuando recibe un nombre propio cruza una frontera simbólica que lo aproxima aún más a lo humano. A veces se convierte en personaje-comparsa del héroe, como Argos, el perro de Ulises y antepasado de Lukánikos, o Rocinante, el caballo de Don Quijote. O pasa a la historia gracias a un acto de sacrificio por la humanidad, como Laika, la perra rusa que andará por quién sabe qué cielos junto a Gagarin.
El fotógrafo no puede captar el otro lado de la escena, donde junto a los policías antimotines es probable que estuviesen sus perros entrenados para el ataque. Hay que reconocer que los perros están a ambos lados, entre los que guardan el orden y entre los que se resisten. En otras palabras, los perros guardianes y los perros y perras de la calle.
La domesticación aproxima al animal hacia lo humano. Reconocemos cualidades humanas a través de metáforas animales: la fidelidad perruna (que puede llegar a repugnarnos), el erotismo felino, la fortaleza del águila, la vileza de la serpiente. Metáforas que sin duda distorsionan la condición del animal.
Lukánikos pertenece a la metáfora. Designa por un momento la resistencia frente a un poder que gobierna la vida para aprovecharla con fines productivistas (en una acumulación incesante de capital), pero que es desbordado por los efectos de su propia ceguera, y entonces impone la muerte.