‘Pagar el alquiler o comer”, es la disyuntiva que empuja miles de personas pobres de las metrópolis a ocupar viejos inmuebles vacíos, una forma de lucha por vivienda que se ha intensificado en Brasil y que abre caminos hacia ciudades menos injustas.
“Nosotros contribuimos a la salud pública, al asumir edificios abandonados que eran habitados por cucarachas, ratones e insectos”, arguyó la activista Antonia Ferreira Nascimento, del Movimiento Sin Techo por la Reforma Urbana (MSTRU) en São Paulo.
El Hotel Columbia Palace, “clausurado hace casi 30 años”, en el centro de São Paulo, “estaba inhabitable, con agua sucia estancada y mucha basura”, cuando fue ocupado en octubre de 2010 por centenares de personas, recordó Nascimento, participante del grupo coordinadora del grupo.
“Muchos movimientos organizados prestan un servicio a la sociedad, ocupando, limpiando y recuperando edificios sin uso y acogiendo personas a un bajo costo”, corroboró Erminia Maricato, profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo. Además, buena parte de esos grupos, que suman más de cien en São Paulo, tiene como blanco el llamado centro expandido (el histórico y sus barrios cercanos), contribuyendo a poblarlo y revitalizarlo, aliviando el congestionado transporte periferia-centro.
La región central concentra 67% de los empleos y solo 20% de la población local, según Nabil Bonduki, profesor de FAU que, como concejal, encabezó la elaboración del Plan Director Estratégico del municipio en 2013-2014.
Pero el incendio con derrumbe total, el 1 de mayo, de una torre de 24 pisos “ocupada” desde 2003, a unos 200 metros del Columbia Palace, afectó la reputación de esos movimientos por el derecho a la vivienda, al mismo tiempo que realzó la crisis habitacional del país.
La televisión, por la que se informa la mayoría de brasileños, presentó la tragedia como un riesgo de las invasiones y sus conductores como posibles explotadores de los pobres.