El periodismo serio, investigativo, independiente, con capacidad para denunciar las corrupciones y las inmoralidades en el manejo de los recursos estatales, para cuestionar los abusos del poder, el nepotismo, el uso patrimonial de los bienes públicos, ha puesto al presidente Rafael Correa contra la pared. Ese periodismo que desaparece del lenguaje presidencial bajo las acusaciones calumniosas de ser siempre mediocre, corrupto y mafioso, se toma hoy su revancha a través de Juan Carlos Calderón y Cristian Zurita. Frente a un trabajo periodístico que mostró con detalle y rigurosidad los millonarios contratos de Fabricio Correa con el Estado, el presidente ha encontrado el momento -¡cuándo no!- para devolver el golpe: un juicio por USD 10 millones en contra de los dos periodistas como sanción a los daños morales causados a su honor y prestigio. Francamente, demasiado dinero para tan poco honor y prestigio presidenciales. ¿Cuánto podrían exigir los medios por cada una de las calumnias infundadas de Correa en su contra? Acusarlos sistemáticamente de mediocres, mafiosos y corruptos, ¿no es acaso daño moral? Ni todo el millonario presupuesto plebiscitario alcanzaría para reponer el daño.
El juicio se vuelve una escena más de la desagradable telenovela planteada al país por los hermanitos Correa Delgado. Y los platos rotos, desde la visión presidencial, los deben pagar quienes descubrieron el chanchullo. Un hermano abusivo, ambicioso en cuestiones económicas, que hace alarde de sus millones, que no ha dudado un segundo en golpear a su hermano -en un gesto de deslealtad horripilante-, se enfrenta al hermano menor convertido en el gran patrón del Ecuador lanzado a una cruzada supuestamente antipelucona. Los sociólogos tienen en los hermanos Correa un caso de estudio maravilloso sobre los dramas políticos irresueltos de la clase media guayaquileña: entre el aspirante a pelucón y su reverso populista.
El juicio contra los dos perio-distas muestra la dificultad de Correa para medir el alcance de su poder. La misma consulta del 7 de mayo, con una mezcla de temas que la mayoría de ecuatorianos ni entiende ni le inte-resa, es ya un primer gesto de esa dificultad.
¡Cuánto mérito hay que reconocerles a Calderón y Zurita! Un periodismo inteligente, que muestra sus mejores cualidades, su capacidad para transparentar la cosa pública allí donde se enturbia, cargado de ironía y de buen sentido del humor, se despliega frente a un poder que lo ha denigrado semana a semana, sábado a sábado. El periodismo de Calderón y Zurita es la mejor respuesta a los denuestos indiscriminados de cada sabatina en contra de los medios. Y la mejor y más seria respuesta al juicio ha sido la segunda edición de ‘El Gran Hermano’.