Definitivamente, los dirigentes de los movimientos indígenas prefieren que sus “dirigidos” sigan siendo pobres. Veamos los datos: gracias a las protestas de 2019 y 2022, el Ecuador mantiene su subsidio a los combustibles. En este año, eso significa casi USD 6000 millones, o sea, toda la plata del mundo.
¿Cómo podrían estar los pobres del Ecuador si ese dinero se gastara en beneficiarlos? Incluso si solo se gastara una parte de esa fortuna en beneficiarlos, estarían mucho mejor. Por ejemplo, si se usara un tercio de eso para el bono de desarrollo humano, se podría triplicar el bono (dar el triple de plata a los receptores actuales o dar el bono actual a tres veces más personas).
En números redondos, con los 6 000 millones que se van a subsidiar diésel y extra en el 2022, se podría triplicar el gasto en salud o triplicar el gasto en educación. O se podría financiar 12 años del programa de erradicación de la desnutrición infantil. O sea, se podría sacar a mucha gente de la pobreza, pero ese les haría perder clientela a los mencionados dirigentes que, si son tan poderosos como parece, podrían obligar al gobierno a gastar “bien” ese dinero (enfocándolo en los más pobres).
Pero claro, si los dirigidos llegaran a salir de la pobreza, dejarían de seguir a los dirigentes y eso es, justamente, lo que ellos no quieren.
Y ahí se enfrentan a un gobierno donde muchos no ven la necesidad de un rol activo del gobierno en lo social ni creen que se debería aumentar el bono de desarrollo humano, el gasto en salud o el gasto en educación. Parecería que, para muchos “negociadores”, no se necesita políticas sociales, sino, simplemente, dejar que la economía crezca y “ya”.
¿Y dónde queda el centro político, aquellos que quisiéramos un país solidario y una economía no distorsionada? ¿Dónde quedamos los que amamos la libertad, pero también creemos en preocuparnos por el próximo?