Columnista invitado
“¿Por encima de la ley?”. Así se titulaba la portada de The Economist en su edición del 25 al 31 agosto del presente año. En ella, la imagen del presidente Donald Trump.
Pero más allá de lo que ocurre en el país norteamericano, el titular de The Economist tiene una relevancia suprema para los ecuatorianos. No en vano, durante 10 años tuvimos la infortunada desgracia de tener en la presidencia a un “líder” que creía que podía estar por encima de la ley. Para ello, Correa creo su propia estructura híper presidencialista, utilizando medios y mecanismos persecutorios.
Y así es cómo logro el control total de todos los estamentos del Estado.
Sí, Rafael Correa pensó que estaba por encima de la ley y que su poder nunca llegaría a extinguirse.
Ahora, con más de 100 juicios en su contra, su situación se torna insostenible, incluso si pensamos que algo de poder le quedaría sobrando. Además, habría que sumar los casos que están por develarse y el entorno del expresidente estaría adquiriendo dimensiones inauditas.
Ante este escenario, la pregunta sería ¿puede una persona vivir con tantos problemas, con tantas demandas y seguir auto convenciéndose que ha actuado de manera intachable e irreprochable? Para entender mejor el fenómeno Correa, sugiero leer “El Séptimo Rafael” escrito por Ana Karina López y Mónica Almeida.
En él, las autoras logran esbozar el perfil de un hombre que, producto de sus circunstancias, alcanzó el poder no solamente para usarlo en beneficio propio y de sus allegados, con un rencor que lo llevó a atacar y destruir todo aquello a lo que él consideraba había afectado su vida, tanto en la niñez como en su juventud y en sus inicios profesionales.
Si, Rafael Correa pensó, creyó y actuó pensando que estaba por encima de la ley. Para cumplir con sus objetivos, se apropió de todas las instancias públicas, de varios medios de comunicación, de varias instituciones financieras y del apoyo de algunos empresarios.
Para ello, también tuvo que rodearse de personas con su mismo pensamiento y con sus mismos valores. El planteamiento era muy claro, fortalecerse entre ellos para oprimir a los más débiles. En este caso, la debilidad de la sociedad estuvo marcada por factores como de la sorpresa, de la falta de unión y porque el dinero sobraba y algo se repartía para mantener contentos a los votantes.
Pero el poder, efímero y traicionero como siempre es, logró arrebatarle su investidura y hoy, quien detentó y se vanaglorió de su posición, solamente puede defenderse a través de los 140 caracteres de Twitter. El correato pertenece ya a un período vergonzoso de la reciente historia republicana del Ecuador y es de esperar que nadie, nunca más, ni siquiera el presidente de la República, crea que puede estar por encima de la ley.