La celebración del Día del Maestro coincidió con la muerte del doctor Mario Jaramillo Paredes, un extraordinario ecuatoriano que dedicó toda su vida a la tarea de mejorar la educación. Fue docente, filósofo, ex ministro de educación, ex rector de la Universidad del Azuay, promotor del Contrato Social por la Educación y activo militante de diversas iniciativas ciudadanas.
El mejor homenaje al magisterio ecuatoriano en su día, es destacar la importancia presente y estratégica de su delicada y hermosa labor a través del reconocimiento de la trayectoria y pensamiento del maestro Mario Jaramillo, quien con su vida y pensamiento nos aporta luces para salir del momento oscuro que en la actualidad vivimos.
Cabe en este punto subrayar el pensamiento de M. Fullan y A. Hargreaves sobre la profesión docente: “La docencia es una profesión emocionalmente apasionante, profundamente ética e intelectualmente exigente, cuya complejidad solamente es vivida por quienes solemos poner el cuerpo y el alma en el aula”.
Esa profundad ética e intelectual nos legó el doctor Mario Jaramillo, quien en una de sus últimas conferencias públicas a propósito de pensar una nueva reforma universitaria, señalaba que se debería retornar la humanismo para dotarle al estudiante de una formación más amplia del mundo y así superar la indiferencia, el “apoliticismo, y la mirada fragmentada e hiper especializada que tiene en determinadas profesiones.
Y complementariamente, volver a que la universidad tenga una mayor presencia pública en los grandes temas nacionales. Que su vinculación con la sociedad signifique investigarla, entenderla, y transformarla.
De esta manera, según el maestro Mario Jaramillo, ante un país que se derrumba por la corrupción, el egoísmo y la violencia, la educación debería ser el mejor instrumento para salir de la crisis. Pero es una educación que fomenta valores, pensamiento crítico y capacidades para el cambio. Para lo cual hay que poner nuevamente de moda la historia y la filosofía.