Jorge Salvador Lara escribió amplia y enjundiosamente; fue también un orador de ímpetu y rara elocuencia y dedicó gran parte de su vida a la enseñanza de la Historia con el singular privilegio de ‘narrar’ los episodios y entusiasmar a sus alumnos –yo entre ellos–ávidos de conocimientos inspiradores.
Por eso, nada más justo fue que la joven Universidad Alfredo Pérez Guerrero dedicara -hace poco tiempo- uno de los primeros volúmenes de su colección de ensayos ‘Educación y Libertad’, a estudios especialmente reveladores de, precisamente, varias de las obras más representativas de Salvador Lara.
El estudio introductorio y también las noticias biográficas, ambas excelentes, corrieron a cargo de María Eugenia Paz y Miño y de hecho se convirtieron en un poderoso reflector que ilumina la vida y obra del personaje desaparecido hace solo una semana.
El título mismo constituye una poderosa síntesis, ya que menciona a la “Fe, la libertad y la cultura, como la vocación nacional que identifica al Ecuador”, según tesis que Salvador Lara expusiera y defendiera con vigor y en múltiples oportunidades, incluso en los comentarios de prensa que fueran mantenidos durante 41años en el Diario EL COMERCIO.
Por cierto, el íntegro esquema ideológico está como vivificado mediante una indeclinable esperanza, que consta dentro del medular escrito ‘El árbol de la Historia’: “No miro con desaliento el futuro; lo contemplo con optimismo, porque quiero confiar en que todos aunaremos nuestra voluntad y constancia para emprender con firmeza el salto poderoso, que nos permita superar nuestros defectos nacionales, salir del subdesarrollo económico y alcanzar los niveles de producción nacional y de ingreso per cápita, compatibles con la dignidad y decoro de la especie, con la vocación y destino de luz de la Patria ecuatoriana”.
Al tratar de los valores identificadores, el estudio hace notar que la fe no es excluyente, pese a que haya en sus escritos una constante referencia hacia la fe cristiana y específicamente la católica. Salvador Lara ve el valor de la fe en términos históricos, que incluyen las manifestaciones de raigambre andina.
Para Salvador la historia ha evidenciado la lucha por una libertad conjunta, cuya base fundamental es la presencia de Simón Bolívar. A él acude y también a Sucre; son sus referencias im-prescindibles en el análisis de la libertad como valor patrio. También destaca la realidad de que somos “mestizaje de mestizajes”, y nos ofrece las claves para comprender la actividad humana y creativa de los muchos personajes a los que dirigió su atención como Espejo, García Moreno, Velasco Ibarra y otros.
En suma, la contemporaneidad puede abrirse a otro sentido, “que devenga en crítica y autocrítica, que permita encontrar un nuevo sentido a la existencia, una nueva propuesta de felicidad humana posible”.