Avanzamos al juicio final. Finalmente. La Asamblea con 88 votos reabrió el camino para fusilar al Presidente. En 10 días acabará la telenovela que ha durado meses y ha engatusado con episodios turbios e insípidos. El pataleo de la Comisión de Fiscalización y su informe motivado-no aprobado, resultó un tiro al aire. No sirvió para maldita la cosa. Iza salta en chulla pie.
Mientras tanto, casi todo está detenido. Inversiones, convenios, reforma tributaria, cambios laborales, salud. Todo menos la sanguinaria violencia. La inestabilidad y el enjambre de trampas son las marcas del país… Estamos hartos… La culpa también es nuestra.
Villavicencio, el denunciólogo, se jugó completo. Demasiado. Lo arriesgó todo por Lasso, más que su propio equipo y empleados. Y llegó al límite. Y se derrumbó. Y acusó al propio ejecutivo por su permisividad ante el correísmo y por “dejar pasar” liberaciones inconfesables de corruptos de fuste.
El Gobierno, pasmado. Sin iniciativa ni encanto, niega el peculado y minimiza todo. La presencia de Lasso en la Asamblea validará todo el proceso chapucero. No le queda otra. Ingenuo pensar que convenza a algún despistado. Las posiciones están tomadas, sin razón ni ética, peor con elecciones parlamentarias de por medio… A no ser que algunas voluntades se hayan torcido.
¿Qué ha obtenido el país? ¿Qué beneficios los ciudadanos?… Estamos llenos de humo. Y la grieta se agranda. La bronca en las alturas no cautiva. Son negocios de una clase política lejana y ajena. Negocios que entretienen y dan rabia. Ni siquiera hemos merecido información completa sobre las empresas públicas, el cuñado con ventaja, el finado Chérrez.
Que se rompa el nudo de una vez y acabe la cacería. Que se medite lo que viene en los próximos años, con cualquier desenlace. Con el mismo Lasso -si suma votos o lanza la muerte cruzada– o con el lánguido Borrero… No permitamos que el circo y sus actores -entrenados o novatos- se naturalice. Sigamos buscando… desde entrañas de la sociedad civil.